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 Capitulo 09

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kaidoh-kiddo
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Escuela : Capitulo 09 Seigaku
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Tu Personaje
Tu personaje:
Tu personaje de Tenipuri: Kaoru Kaidoh
Tu Prince or Princess: Inui Sadaharu

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MensajeTema: Capitulo 09   Capitulo 09 Icon_minitimeSáb Jun 12, 2010 3:10 am

El castillo parecía estar más silencioso de lo normal desde el intento de asesinato a los hermanos Kaidoh. Inui, ya acostumbrado a las extrañezas del castillo, notó inmediatamente el cambio. Las puertas que solían abrirse por su cuenta no lo hacían, los leves tintineos que a veces se escuchaban estaban silenciosos, y el ambiente estaba más frío. Siempre había supuesto que el castillo poseía magia propia, pero el cambio tan inmediato después del ataque lo puso a pensar si no sería la magia de Kamui la que lo mantenía así. Eso, invariablemente, lo llevaba a recordar el último sueño que había experimentado. Si los hechos eran reales y no un producto de su imaginación como había pensado en un primer momento, entonces la razón de las formas de ser de los hermanos estaba explicada claramente. Los mismos padres habían trabajado para que ellos fueran así. Kaoru obsesionado con la victoria, Kamui con su perfecto control de las emociones. Todo comenzaba a cobrar un sentido lógico acorde a lo que había visto. Pero, a pesar de ello, no podía entender el motivo detrás de esas acciones y actitudes.
Naturalmente, era beneficioso que los hijos aprendieran cierto interés o control, pero lo que había visto era casi demasiado extremo, por no decir cruel. Que justificativo habría para moldear a sus hijos de tal manera? Era simple capricho de los padres, o existía un motivo oculto tras un fin específico? Inui decidió que, por lo pronto, trataría de vislumbrar que clase de relación llevaban antes los padres con los hijos. Con eso en mente, cerró la libreta que tenía abierta sobre la mesa, y rozó su cuello en la marca, ya acostumbrado, para guardarla.

Decidido a comenzar por Kaoru -no el más fácil para sacarle información, pero si el más probable que contestara sinceramente-, se dirigió hacia la cocina para averiguar a donde estaba el Rey. Allí se enteró que Kaoru estaba desde esa mañana enfrascado en una reunión con sus generales y que no tenía intención alguna en terminarla pronto. Kamui, sin embargo, había vuelto de interrogar al embajador hace unas horas, y se había retirado a su pieza, sin órdenes de no ser molestado. Maldiciendo internamente por tener que comenzar por el componente más complicado de los Kaidoh, Inui agradeció y comenzó a atravesar el castillo hacia el ala real. En el camino, se entretuvo repasando y ordenando mentalmente todo lo que sabía hasta ahora y lo que necesitaba resolver. Su cerebro pasó por tantas cosas que cuando finalmente llegó a la zona del castillo que buscaba, su cabeza había empezado a dolerle. Dejando de lado por un momento la cantidad de variables desconocidas, intentó recordar el mapa del lugar. En poco tiempo, encontró el pasillo correcto. Hacia el final del mismo, donde la pieza de Kamui debería estar según sus cálculos, encontró la puerta ligeramente entreabierta. No de par en par, pero si lo suficientemente entornada como para permitir observar de forma involuntaria lo que sucedía dentro.

Al principio se quedó inmóvil al ver al jóven príncipe recostado en la cama, con los brazos abiertos de un lado a otro, y la cabeza girada hacia el enorme ventanal. Desde donde Inui estaba, no podía divisar si estaba dormido o no, y se quedó meditando unos segundos en si debía golpear para anunciar su presencia o no. Pero cuando una risa se escuchó en la habitación, Inui no supo decir si su inmovilidad se debía a una incapacidad física, o a su propia curiosidad. No tardó en reconocer al dueño de la misma cuando esa persona comenzó a hablar.

-Sabes, Kamui, si no supiera mejor, tu falta de atención me ofendería. – Comentó la voz con un tono tranquilo que enmascaraba un poco de burla. El aludido no se movió ni un milímetro, pero era la voz de él la que contestaba.

-Si no supieras mejor, no estarías aquí, Fuji- dijo en un tono extrañamente apagado, como si estuviese hablando desde el borde del sueño. Solo se escuchó la leve risa de Fuji como respuesta, y después de un largo rato en silencio, el castaño apareció a la vista, acercándose al borde de la cama y tomando el brazo de Kamui para moverlo y poder sentarse.

-Tan malo fue?

-No realmente…

Fuji sonrió y estiró una mano, tomando la mejilla del príncipe y haciendo que volteara la vista hacia el. Acercó su propio rostro, dejando unos escasos centímetros entre ellos.

-Eres un pésimo mentiroso cuando estas en este estado. – Kamui abrió los ojos y luego de unos segundos, como si le estuviese costando procesar las cosas, elevó una ceja.

-Y tu un oportunista. – Dijo, sonriendo de lado, aunque la sonrisa cayó inmediatamente, como si el esfuerzo requerido para mantenerla hubiera sobrepasando la capacidad y energía del chico. Intentó cerrar los ojos, pero parecía que el hacerlo lo atormentaba, así que volvió a abrirlos, dejando escapar una explosiva bocanada de aire en frustración, y se llevó una mano a la cabeza. Fuji alejó su propio rostro con agilidad y una divertida sonrisa adornando sus labios, evitando ser accidentalmente golpeado por apenas unos milímetros. Tomó la mano del chico antes que intentara atravesar su propio cráneo con los masajes, y volvió a acercarse a él, prácticamente aprisionándolo contra la cama.

-Vas a lastimarte. – Dijo, a lo que Kamui respondió suspirando, frustrado, y entrecerrando los ojos, intentando mirar alrededor.

-Se está acabando el efecto, donde rayos se fue? – Preguntó en una voz que se debatía entre la desesperación y el cansancio. Fuji, antes de contestarle, le quitó los lentes de la cara para evitar que los terminara rompiendo.

- Dijo que iría por algo para que tomes- El castaño enfatizó la sonrisa, y redujo la ya poca distancia que había entre él y el príncipe, besándolo sin ninguna clase de aviso. Lejos de sobresaltarse, Kamui pareció tardar en darse cuenta, pero lentamente respondió. Elevó una mano para aferrar el hombro de Fuji, pero el movimiento perdió fuerza a medio camino y su mano volvió a caer pesada sobre la cama. Fuji se alejó al cabo de unos segundos, y analizó el rostro del chico, sonriendo lentamente.

-Quieres que te lo saque de la cabeza? – Ofreció con un tono falsamente casual. Kamui dejó escapar una breve risa.

-Puedes intentarlo – Desafió, con ambas cejas elevadas. Los ojos de Fuji eran a penas unas finas líneas desde las cuales se podía ver un destello de azul, y su sonrisa se tornó levemente peligrosa.

-Sabes muy bien que puedo hacer más que solo intentarlo. – El muchacho, sin esperar respuesta o confirmación alguna, comenzó a trazar con su boca un camino desde la línea de la mandíbula hasta la clavícula, desabotonando a su paso la camisa de cuello alto que vestía Kamui.

-Syusuke…- exhaló el príncipe en un tono apenas audible, su rostro intentando congeniar el cansancio y el placer.

Inui no podía ver, debido a la posición en la que estaba, la mano de Fuji que no estaba ocupada con la camisa, pero donde sea que estuviera, había arrancado un leve gemido de placer del chico, así que decidió rápidamente que era tiempo de irse de allí. Esta vez, sin embargo, comenzó a dudar si realmente era su curiosidad solamente la que lo ataba al lugar. Quería en verdad alejarse, pero sus pies parecían estar aferrados al piso por una extraña fuerza. No podía explicarlo, aunque se le estaba haciendo particularmente difícil concentrarse en ello con la escena que ocurría a meros metros.

No era solamente el ver al príncipe de esa forma. Sinceramente, ya estaba más allá de poder negarlo. Pero lo que estaban hablando también le resultaba información valiosa, aunque se preguntaba en que clase de problemas terminaría metido por estar ahí escuchando. De seguro eventualmente lo descubrirían, si su incapacidad de moverse continuaba. A menos…que ya supieran que estaba allí? Era eso posible? Una nueva risa de parte de Kamui llevó su atención a la escena, e Inui intentó no distraerse demasiado y concentrarse en lo que realmente importaba.

-Ah, que rayos estoy haciendo?- Murmuró Kamui, volviendo a reír con esa risa que carecía por completo de la energía usual. Su camisa estaba completamente abierta, y Fuji había vuelto al cuello del chico, su cuerpo tapando gran parte de lo que sucedía.

- Si tú no lo sabes…-susurró Fuji adivinando la intención detrás de las palabras- Por mi parte, no termino de comprender si lo haces porque eres endemoniadamente cruel… o extremadamente idiota.

-Es bueno saber que me quieres tanto- Comentó Kamui de forma sarcástica, y estaba por comentar algo más cuando se vio interrumpido por una nueva ola de placer que lo dejó apretando sus dientes, y luego volvió a reír- Particularmente voto por la segunda.

-Dime… Que fue lo que salió mal?

-Nada salió mal – Se quejó, frunciendo el seño ante la pregunta- solo fue poco productivo.

-Pensé que eras bueno en eso – Comentó el chico con un tono peculiarmente sádico, por lo cual Kamui volvió a reír, y la risa se transformó en un nuevo quejido arrancado involuntariamente de su garganta.

-En interrogar, o en ser poco productivo?- Preguntó finalmente en broma cuando volvió a recuperar el aliento.

-Lo primero. Lo segundo solo cuando te empeñas en serlo

-No sabía nada… - Fuji se detuvo para alejarse del cuello del chico y mirarlo al rostro con una expresión de incredulidad. Kamui elevó una ceja- Ni siquiera recordaba el ataque.

-Como es posible?- Dudó, mientras reanudaba sus actividades.

-No era… él. Sus ojos…- Volvió a fruncir el seño con mayor intensidad, claramente resultándole difícil pensar mientras Fuji continuaba.- …Dorados. Solo entonces…

-No estas siendo muy claro- Comentó de manera irónica, a lo que Kamui volvió a reír.

-Como rayos esperas q…- Nuevamente interrumpido, arqueó levemente su espalda y su mano volvió a intentar aferrar el hombro de Fuji, esta vez consiguiéndolo. Su cabeza se inclinó hacia atrás, dejando expuesto su cuello, con lo que el castaño no tardó en aprovecharse de ello. En pocos segundos, la tensión pareció desaparecer de golpe del cuerpo del príncipe y se desplomó en la cama, respirando de forma agitada. Se llevó una mano a su rostro y volvió a reír, con aún menos energía que antes.

-Eres un maldito sádico, Syusuke.

-Te advertí que podía hacer más que intentarlo. – Comentó, con una complacida sonrisa en su rostro.

-No puedo pensar ni en mi nombre.

- Esa era la idea… Kamui.- Mencionó, como broma a la previa expresión del chico.

Una serie de pasos en el pasillo sobresaltaron a Inui de sus cavilaciones internas, ocupado como estaba en lidiar con toda la información que su cerebro había recibido en esos pocos minutos. Antes que pudiera siquiera pensar en escapar, y ver si eso era incluso posible, el origen de los pasos dio vuelta la esquina, dejando ver claramente quien se acercaba. La muchacha, a quien inmediatamente reconoció como Akemi, llevaba en su mano una jarra de cristal, con un líquido levemente azulino dentro. Por el color y el suave aroma a ciertas hierbas, Inui supo inmediatamente que era un tónico tranquilizante. Un tónico que, llevado a un grado mayor de depuración, se convertía en un poderoso estupefaciente. De pronto Inui se percató de que la chica entraría a la habitación, para encontrar a sus dos amigos en una situación que sin duda le resultaría extraña. Sabía la chica de la relación que existía ente ellos? Inui había estado convencido de que entre Akemi y Kamui había algo más que simple ‘amistad’, pero ahora se preguntaba si no había sido engañada. En ese caso, el entrar a la pieza la haría enfrentarse con una realidad desagradable. Inui siempre se inclinaba porque la gente supiera las verdades antes que ocultarlas, pero de alguna forma no quería ver a Akemi dolida por algo así.

-Inui-san! – Exclamó la chica, ya a unos metros de distancia, y despertando a Inui de sus lineamientos mentales. – Que hace parado aquí afuera? Ah! – Exclamó, sin darle tiempo al chico a responder- si busca a Kamui, tendrá que ser otro día. No creo que quiera recibir a nadie ahora.

‘A nadie excepto a Fuji, claro’, pensó internamente Inui con un dejo de sarcasmo que lo sorprendió incluso a él mismo.

-Ah… ya veo- respondió en cambio. Akemi ya estaba por entrar a la pieza, luego de saludarlo, cuando Inui estiró una mano para aferrar el brazo de la chica, casi provocando que tirara el contenido de la jarra. La chica elevó sus ojos verde-amarronados hacia Inui, preguntando silenciosamente porque la había detenido. Inui rastreó su cabeza por una rápida escusa.

-Quisiera… Hablar de algo. Tengo una pregunta acerca de lo que me explicaste…de los poderes. – Dijo, y mentalmente se maldijo a si mismo por elegir uno de los temas de los que menos desearía hablar si la chica quisiera comenzar a indagar. Sin embargo, Akemi sonrió de forma apologética.

-Lo siento, Inui-san, tal vez mañana? Necesito hacer algunas cosas ahora. – La sonrisa de la chica, de alguna forma, hizo entender a Inui que sabía lo que en realidad estaba intentando hacer. Su mano dejó libre el brazo de Akemi, y la chica entró a la habitación, sin siquiera inmutarse al ver a Fuji recostado en la cama, al lado de un casi catatónico príncipe. Inui, tratando de entender aunque sea un poco la situación, pensó que tal vez la chica no supiera lo que había ocurrido, aunque las pistas eran más que evidentes. Sin embargo, ese poco creíble argumento se vino abajo cuando Akemi se acercó desde el otro lado de la cama, con un vaso de ese líquido azul, y trató de hacer beber a Kamui el tónico sin mucho éxito. Le dirigió una mirada ente divertida y acusadora a Fuji.

-Oye, te dije que volvería en poco tiempo. Eres impaciente. – El chico sonrió y se encogió de hombros.

-Se quejó de que el efecto estaba desvaneciéndose y pidió suplicante que lo ayudara.

Kamui, dando finalmente señales de vida, resopló indignado ante el comentario.

-Desde cuando ‘suplico’? – Rezongó, mientras intentaba incorporarse de la cama para poder tomar el tónico. Fuji, aún recostado al lado de él, apoyó su mentón sobre el pecho del chico, mirando a Akemi con una expresión cómplice.

-Que dices? A que lo has escuchado alguna que otra vez ‘suplicar’

Akemi se pausó con el vaso en la mano a medio camino, y luego rió.

-Algunas… - Cuando Kamui se quejó otra vez, terminó de acercar el vaso y de forma decidida pero amable lo obligó a tomar. – Shh, deja de quejarte y toma esto.

-Me tratas como si fuera un enfermo- Dijo el príncipe entre sorbo y sorbo. Al cuarto, comentó – Y esto sabe como si realmente lo estuviese. Ugh.

-Si sigues quejándote no te canto- Bromeó. Pero Inui no tardaría en darse cuenta que no había sido en lo absoluto una broma. Cuando Kamui terminó su bebida, Akemi lo obligó a recostarse nuevamente, y la muchacha se sentó en uno de los sillones de la habitación. Con voz dulce y clara, comenzó a entonar una canción sin palabras. Inui, que ya había dejado de prestarle atención a si podía moverse o no, escuchó la melodía ensimismado. En poco tiempo, sintió que su vista se estaba desvaneciendo, y luchó por mantener la concentración. Sus piernas cedieron casi por sorpresa, y apoyó su espalda contra la pared para poder mantenerse en pie, pero eso solo funcionó por unos segundos. Sin poder evitarlo, se deslizó hasta terminar sentado en el suelo, y se llevó una mano a su cabeza, buscando conservar su conciencia. Cuando ya estaba al borde de caer inconciente en lo que sería el más profundo de los sueños, la melodía se detuvo. Sus ojos volvieron a poder enfocar, pero aún se sentía absolutamente adormilado. La voz de Kamui le llegó a los oídos como si viniese desde lejos, pero las palabras de alguna forma fueron completamente claras.

-Gracias, Akemi…- Comentó en voz adormilada. – Si no te molesta, cuando te vayas… Podrías escoltar a Inui hasta su habitación? Creo que tu poder le afectó también. – Era un dejo de burla en la voz lo que escuchaba? Ya casi no podía siquiera distinguir sus pensamientos. Sintió como una mano lo tomaba del brazo y lo ayudaba a ponerse de pie y mantenerse allí, y el movimiento le devolvió un poco de lucidez. Sus ojos volvieron a enfocar, y lo primero que observó era el rostro sonriente de Akemi.

-Que rayos…- Comenzó a preguntar Inui pero el sueño le impidió continuar.

-Le dije que mi poder residía en mi voz, Inui-san.

Luego de unos segundos, y unos cuantos pasos después, Inui terminó de comprender la escena anterior. Kamui había estado así desde el principio por Akemi, y de ese efecto se refería cuando mencionaban que se había pasado. Por eso Fuji… Mentalmente carraspeó y trató de seguir analizando la situación.

-Por que…- Comenzó, nuevamente siendo atacado por una ola de sueño que no le permitió continuar la pregunta, pero la chica sabía a que se refería.

-Cuando volvió de interrogar al hombre que los atacó… Estaba un poco perturbado. A Kamui no le gusta encontrarse en ese estado, así que con mis poderes y un poco de tónico, logra calmarse.

-No le gusta…- Comentó Inui con gran esfuerzo, aunque ignoraba si era correcto mencionarlo- No le gusta sentir…- Dijo, pensando en los ojos perpetuamente fríos del chico. Akemi tardó un poco más en contestar esta vez, y su tono era solemne y mas ambiguo que de costumbre.

-Tal vez.- Ofreció simplemente. Unos cuantos pasillos luego, continuó- Inui san… No debe confundir lo que vio hoy. Se que aun está pensando que el nos usa, pero tiene que entender que lo hacemos porque somos sus amigos.

-Amigos? Creo que hay… algo mal en el concepto- Objetó Inui, recordando la escena anterior. Akemi dejó escapar una risa un tanto melancólica.

-Entiendo que resulte difícil de comprender, pero es precisamente porque somos sus amigos y nada más que eso, que acepta esa clase de cosas. – La chica meditó unos largos segundos, buscando probablemente la mejor forma de explicarlo.- El… no confía muy fácil en las personas, y no acepta depender de nadie. Sí, somos sus amigos, y sí… es una extraña relación… pero existe un punto después del cual no puedes acceder a él, nunca dejará a nadie, y creo que es por el bien nuestro, aunque no termino de saber el porqué.

Le llevó un buen tiempo terminar de procesar todo lo dicho, y para cuando volvió a hablar, ya se encontraban en el pasillo de su habitación.

-Porque me cuentas todo esto?- Preguntó el chico con curiosidad y un poco de sospecha. Akemi dejó escapar un suspiro, y por un momento lució terriblemente cansada. Sus ojos destellaron ciertos tonos dorados en donde antes lucían marrones.

-Porque creo que puedes ser la persona que logre acercarse a él más allá de ese punto.

A penas se acercaron a la puerta, esta se abrió, y Akemi dejó a Inui en el marco, asegurándose que estuviese lo suficientemente fuerte como para llegar a su cama sin desplomarse en el camino. Antes de irse, lo miró a los ojos, y sonrió. El leve destello dorado había desaparecido.

-Aunque no termino de saber si eso es para bien o para mal, Inui-san. Estará en usted determinarlo.

*_*_*_*_*_*_*_*_*_*

Los enormes cristales de la cueva lucían como simples piedras, pero de un segundo a otro, una extraña luminiscencia dorada comenzó a brillar, hasta que todo el recinto se iluminó de esta forma. Un cristal central, relativamente plano, reinaba en el centro del lugar. Había estado brillando con mayor intensidad que los otros, pero repentinamente se tornó negro. Al poco tiempo, sin embargo, los espectadores notaron que no era un negro plano, sino oscuridad. La imagen se tornó un tanto más clara, y podían distinguir, entre las sombras, a una silueta humana, acurrucada en pose fetal en un piso igual de oscuro. La imagen se volvió más nítida y cercana, y ahora era posible reconocer el rostro despierto del hombre, y sus gastadas y sucias ropas del uniforme militar de los hombres a los que llamaban Los Lobos. Un colectivo siseo, en diferentes expresiones de sorpresa, indignación y molestia, hizo eco en el lugar, haciendo imposible el determinar el origen, o la cantidad de este.

-Lo atraparon? Como es posible?! Acaso no se le otorgó capacidad para…

Otra voz siseante interrumpió a la que había comenzado, proviniendo de un lugar diferente de la habitación, y el cristal comenzó a mostrar otra escena, una habitación de reuniones del castillo y un hombre atacando, de forma no exitosa, a los hermanos que reinaban tan vasto territorio.

-Tienen buenos reflejos, les dije que no se los podía subestimar.

-Pero a uno de los nuestros?!-
comentó otra voz, haciendo temblar los cristales con el volumen.

-En el cuerpo de un humano, no olviden. Eso siempre trae dificultades, nos hace más lentos.

-La misma chica les advirtió…
- Dijo otra voz con claro recelo.

-Sigo pensando que si se la despierta podríamos evitar que…

-NO!!! Eso no es una opción!
– Exclamó lo que parecía ser el líder, el que controlaba las imágenes.

-Si dejamos que las cosas sigan así…

-No dejaremos que sigan así, pero bajo ningún motivo puede despertar. Si lo hace, estaríamos arriesgándonos a perderla aún más! El plan es el mismo, necesitamos eliminar los obstáculos. Esta vez, procuraremos hacer algo a escala mayor.

- Que haremos con el que atraparon?

-Borramos sus recuerdos antes que pudiera delatarnos. No es más que un simple humano. Prescindible. Dejen que hagan con él lo que quieran.

El murmullo de acuerdo se hizo más largo debido al eco, y de un momento a otro, toda luz en el lugar desapareció.

*_*_*_*_*_*_*_*_*

Esa mañana, en el amplio comedor donde desayunaban, las cosas estaban un poco silenciosas. Hikaru, observando a todos desde el borde de su taza de café, intentó adivinar que pasaba por la cabeza de cada uno, comenzando por el Rey.

Lucía serio, como era usual, pero incluso más enfadado que de costumbre. La pelirroja advirtió que mantenía sus ojos clavados sobre un mapa que había llevado, como era casi usual, al desayuno. Hikaru casi podía jurar que dormía con la maldita cosa. No era difícil entender que lo que lo molestaba era el ataque del otro día, y la defensa de su reino. Después de todo, parecía ser en lo único que pensaba ese chico. Se tomó unos segundos para debatir si ese comentario albergaba celos, y determinó con un poco de resignación que sí. Kaoru había resultado ser más interesante de lo que esperaba, y lamentablemente parecía estar plenamente dedicado a su reino. A ella la habían traído del fin del mundo para casarse con ese hombre, al menos podía dignarse mirarla. Claro, continuó su debate interno, que si el rey no hubiese resultado tan atractivo e interesante como lo era este, Hikaru hubiese maldecido cualquier tipo de mirada dirigida a su persona. Pasó la vista al hermano, quien ya desde temprano tenía compañía, lo cual tampoco era algo inhabitual. Una pequeña hada blanca estaba parada sobre su hombro, y su pequeña cabecita se encontraba apoyada contra la sien de Kamui, el cual parecía estar pensando en absolutamente nada. El hada, sin embargo, miraba de uno a otro con expresión neutra, o de lejano interés, a cada uno de los integrantes de la mesa. Hikaru notó que cada vez que el hada miraba a Inui, los labios de Kamui se curvaban levemente, y la pelirroja sospechó que hada y humano estaban hablando de alguna forma imperceptible para ellos. Su propio amigo, Sadaharu, parecía estar absorto en pensamientos, y lo había estado desde ayer. Esta vez, sin embargo, se había rehusado a admitir que algo sucedía, dejando a la pelirroja más que confusa. No era raro que el morocho se negara a contarle las cosas, pero sí que se mantuviese callado ante la insistencia de su amiga.

Hikaru, advirtiendo que no habría conversación ese día en la mesa, se dedicó a planear su día. Lo primero que le vino a la cabeza eran los dragones. Usualmente, desde chica, le venían a la mente, pero desde que había llegado al reino Kaidoh que eran su primer pensamiento al despertarse, y el último al irse a dormir. Eso, o Kaoru, agregó su propia mente en tono burlón. A veces su peor enemigo era ella misma. Tal vez sacara a volar a su dragón. Tal vez pidiera a Inui que la acompañara, pero abandonó la idea de inmediato. Su amigo se encontraba demasiado absorto, y además Hikaru deseaba pasar un rato a solas con la criatura. Tal vez lograra hablar más tranquila, intentar entenderla mejor, y pedirle que explicara todas esas cosas que los dragones parecían estar diciéndole en cada encuentro. Con un dejo de picardía, pensó que tal vez volara hacia la cueva de Snake y testearía su recientemente descubierto título de Rider de todos los dragones. De tan solo imaginar la cara de Kaoru al enterarse que se había robado su dragón, sentía que podía morir de risa.

Su tren de pensamientos se vio interrumpido por un golpeteo en la puerta, y esta abriéndose, como era ya usual, por su cuenta, antes que el guardia pudiera hacerlo por sí mismo. No era que las puertas siempre se abrían, lo cual la desconcertaba a Hikaru. Aún más la desconcertaba el hecho de que a veces las puertas se rehusaban a abrir, aunque no estuviesen físicamente impedidas de hacerlo. Era una magia extremadamente caprichosa, si de eso en efecto se trataba. El guardia entró a penas un paso al lugar, y una vez que obtuvo la atención de Kaoru, habló.

-Su Majestad, un mensajero del Reino Sengoku está aquí para ver a la señorita Hikaru.

-De casa!? – Preguntó Hikaru antes que Kaoru pudiera siquiera contestar, poniéndose de pie de un salto. La chica estaba a punto de correr hacia la puerta cuando el brazo de Inui reaccionó como látigo, frenándola del brazo. La miró con cara de resignación.

-Hikaru, el ultimo ‘mensajero’ fue un intento de asesinato. Al menos procura ser precavida. – Admonestó, por lo cual Hikaru se sintió una niña pequeña, y su orgullo al ser retada de esa forma, frente a Kaoru nada menos, se sintió un poco herido.

-Está bien, Hikaru. Puedes ir tranquila, esta vez es un mensajero realmente. – Inui le dirigió una calculadora mirada, con desconfianza escrita en cada pizca de verde de los ojos del chico, y sin soltar a Hikaru, preguntó.

-Como puedes estar tan seguro? – Kamui curvó sus labios lentamente, y miró a Inui a través de sus pestañas.

-Verás, Inui-san, desde ayer que ‘procuro ser precavido’. Snow White me advirtió de la llegada de visitantes de un lugar lejano. – Comentó, refiriéndose al hada que continuaba en su hombro- Me advirtió, también, que eran personas confiables, aunque no sabía que fueran de Sengoku.

-Acaso eso no te lo contó, tu pequeño espía? – Preguntó Inui, manteniendo un tono netamente informativo, incluso ante la camuflada acusación del uso de las hadas. La sonrisa de Kamui se amplió aun más, mostrando un destello de dientes, como si quisiera mostrar los colmillos ante el enemigo. Kaoru levantó la vista para ver lo mucho que su hermano disfrutaba el intercambio, siempre jugando al borde de lo que era conveniente, y pensó que algún día terminaría por ir demasiado lejos y pagar las consecuencias.

-El lenguaje de las hadas, Inui-san, no es algo que pueda ser fácilmente interpretado, al igual que el de cualquier criatura de la naturaleza.

-Hm. Conveniente- Murmuró Inui, soltando finalmente el brazo de una ya fastidiada pelirroja, la cual salió disparada como un bólido antes que alguien más objetara, cerrando la puerta detrás de ella.

El silencio volvió a reinar en la habitación, y así se mantuvo por largo tiempo, hasta que finalmente, luego de un largo tiempo, Hikaru regresó a la habitación. La puerta se abrió, dejando en el umbral a una pelirroja que miraba al vacío, y un rostro surcado por lágrimas. En su mano sostenía casi de manera laxa una carta, y un colgante dorado con un dije, también dorado, de una extraña forma de gota achatada. La muchacha buscó con sus ojos enrojecidos a su amigo, el cual la miró estupefacto.

-Sadaharu…- Comenzó Hikaru en una débil y temblorosa voz, a punto de quebrar. Inui se puso de pie para acercarse, pero las siguientes palabras de la chica lo dejaron congelado en el lugar.

-Papá falleció.

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