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 Capitulo 12

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kaidoh-kiddo
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kaidoh-kiddo


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Escuela : Capitulo 12 Seigaku
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Tu Personaje
Tu personaje:
Tu personaje de Tenipuri: Kaoru Kaidoh
Tu Prince or Princess: Inui Sadaharu

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MensajeTema: Capitulo 12   Capitulo 12 Icon_minitimeSáb Jun 12, 2010 3:21 am

El día había amanecido extremadamente soleado, ni un rastro de las nubes y tormentas que habían ocupado el cielo por días. Sin embargo, el frío no dejaba de aumentar, e Inui calculó, con la precisión que lo caracterizaba, que hacía aproximadamente 30 por ciento más de frío que cuando habían llegado. Se vistió con una remera más abrigada que de costumbre, y una casaca azul ceñida. El color era inevitable, ya que parecía ser un favorito en el reino, y no era fácil encontrar ropa en los mercados que no fuera de ese color. La prenda le ofrecía abrigo, y varios lugares donde esconder sus letales cuchillas y filos. Para él, eso era más que suficiente. Habiéndose levantado temprano, faltaban unas horas aún para despertar a Hikaru, y de todas formas la muchacha se levantaba antes que él pudiera ir a buscarla últimamente. Era evidente que ninguno de los dos estaba durmiendo particularmente bien, pero tampoco hablaban demasiado del tema, o mejor dicho, Inui había dejado de discutirlo, y ella no iniciaba el tema. No había podido convencerla de que los hermanos ocultaban algo, y que esto era perjudicial. No era que Hikaru pensara que eran completamente inocentes, pero estaba convencida en no dudar de ellos, algo que Inui no podía hacer. Pero, socialmente, y a pesar que fueran amigos, no había mucho más que él pudiera hacer al respecto. Si Hikaru pensaba de esa forma, su deber era apoyarla, no contrariarla. Eso significaba llevarse bien con todos aquellos de los que él sospechaba. No era algo peculiarmente difícil para él, y con el tiempo, resultaría útil.

La cocina se había convertido en su primera parada ritual del día. Este arreglo era más que conveniente, ya que podía disfrutar de un desayuno excelente, mientras se entretenía escuchando las conversaciones de los sirvientes, y enterarse de los últimos eventos del castillo y del reino. Usualmente la cocina era caótica, pero cuando Inui abrió la puerta, listo para su usual saludo educado, el completo caos que encontró lo dejó congelado en el marco de la puerta. El cocinero, reconociéndolo inmediatamente, se acercó a él de forma ansiosa y preocupada.

-Inui-san! Buenos Días… Enseguida le prepararé algo, disculpe el desorden…

-No es problema- Contestó, ya habiendo olvidado el desayuno, su curiosidad deseando saber que sucedía. Su rostro debía comunicarlo porque el cocinero, sin que él preguntara, le aclaró.

-Es Maese Kamui dando problemas otra vez. No está en su cuarto, y dejó una nota que saldría a pasear por los jardines, que no se preocuparan, pero ni siquiera debería estar levantado! Con el frío que hace, estar afuera y de pie es lo que menos necesita! El Rey nos pidió que lo buscáramos y lo trajéramos de nuevo al castillo, pero cuando Maese Kamui quiere desaparecer, es imposible encontrarlo. – El hombre comenzó a preparar los utensilios de cocina como para prepararle comida a Inui, pero el muchacho lo detuvo.

-Deja eso para después, creo que puedo encontrarlo.- Ofreció Inui, aunque no estaba completamente seguro de poder hacerlo.

La marca en su cuello le había estado molestando hace días. En un principio, no sabía qué rayos sucedía, pero con el tiempo comenzó a entender que los pulsos de energía estaban directamente relacionados con la magia de Kamui. No sabía exactamente cómo interpretarlos, pero estaba seguro que si se concentraba en ello, los flujos de energía lo guiarían hacia el paradero del príncipe.

Los jardines del castillo eran extremadamente vastos, e incluían las dragoneras, los establos, y los campos de entrenamiento, entre otros muchos lugares. Inui realizó un breve análisis de probabilidades y concluyó que el príncipe no podría estar muy lejos del castillo. Reduciendo su rango de esa forma, comenzó a caminar, dejando que la energía de su cuello y los pequeños pulsos de energía lo guiaran. Caminaba tan concentrado en las sensaciones de su cuello que sus reflejos tardaron en responder al movimiento que percibió por el rabillo del ojo. Para cuando su mano buscó alcanzar una de las hojas de su cintura, una fuerza detuvo su mano a medio camino. No tardó mucho en reconocer que era lo que lo estaba deteniendo, sintiendo las ramas trepar por sus piernas y brazos como si fueran serpientes, apretando lo suficiente para causar un pequeño dolor, solo un poco más de lo necesario para detenerlo. El sentimiento era familiar, ya había estado en esa situación antes. Inui sonrió, a pesar de estar paralizado por la planta, y siguió con la mirada las raíces para buscar al que la controlaba. Resultó un tanto difícil al principio, pero lo reconoció, recostado sobre la pared del castillo, con la enorme enredadera que parecía ocupar toda la pared retorciéndose a su alrededor como si fuese una criatura consiente. Kamui lucía profundamente dormido, tanto así que Inui necesitó analizar el patrón de respiración para saber si no había caído inconsciente nuevamente. La imagen del chico en brazos del hombre que lo había traído, frío y casi sin vida, todavía lo perturbaba por momentos. Sin embargo, aunque parecía dormido, Inui sabía perfectamente que no lo estaba. Una de las ramas se introdujo bajo la tela de la casaca, retirando la hoja que había intentado sacar. Kamui, sin abrir los ojos, sonrió.

-Es esto lo que buscabas? – La rama se retiró para dejar la hoja en una de las manos de Kamui, y el muchacho, finalmente abriendo los ojos, la examinó con cuidado. – Una de las envenenadas, también. Eres poco piadoso. Que hubiera pasado si me lastimabas con ella?

-Viendo como estoy inmovilizado, no creo que deba preocuparme por eso. Además, para que querría matarte si tú mismo te empeñas en hacerlo? Afuera con este frío recostado sobre la nieve cuando deberías estar en cama. Creía que eras inteligente.

-Inui-san…- Comentó el muchacho, volviendo a cerrar los ojos y sonriendo de forma condescendiente- Tienes frío?

El muchacho no entendió a que iba la pregunta, tan acostumbrado a interpretar más allá de las meras palabras cuando el príncipe hablaba. Pero esta vez la pregunta había sido literal, y lo entendió cuando notó que el frío que había estado sintiendo desde que había salido ya no estaba. Desde cuándo? La respuesta vino a su mente enseguida: Desde que la enredadera lo tenía inmovilizado. Kamui, notando que había comprendido, continuó.

-Estar con la naturaleza me hace sentir mejor que encerrado en una habitación con mi hermano y un montón de personas preocupándose de más y no dejándome hacer nada. Solo pretendía un poco de paz. No irás a decirles donde estoy, verdad? – Preguntó el príncipe de forma casi infantil, aunque la enredadera, lejos de ceder, presionó un poco más su cuerpo. Inui rió mentalmente, y pensó que debía ser un masoquista por disfrutar tanto de esa clase de actitudes de parte del príncipe.

-Ni siquiera puedo rascarme mi propia nariz, como podría ir a decirles nada?

Una rama se elevó inmediatamente hacia su rostro y, con el borde áspero de la corteza, comenzó a frotarse contra su nariz como si fuese un gato. Inui no pudo evitar una pequeña risa silenciosa escaparse, y el muchacho sonrió traviesamente, haciéndolo parecer más niño de lo que realmente era.

-Mejor?

-Infinitamente- Contestó Inui de forma sarcástica- muchas gracias. – Un largo silencio se estrechó entre ellos, dejando que las aves y otros pequeños animales llenaran de ruido el ambiente. Inui, viendo al príncipe fuera, y meditando las palabras que había mencionado de querer estar solo, recordó algo que había escuchado y decidió romper el silencio.

-Escuché que despediste a Akemi-san y Fuji-san de sus cargos. Creía que eran las personas en las que más confiabas. – Pasaron unos segundos en silencio, y Inui comenzó a pensar que Kamui se había quedado dormido, pero finalmente contestó, sin abrir los ojos ni moverse un milímetro de donde estaba.

-Lo siguen siendo… - dijo, su voz apenas audible, y sonando particularmente solemne. – Pero ya abusé de su amabilidad por demasiado tiempo. Ellos tienen sus propias vidas. No quisiera que sacrificaran más de su tiempo en mí. – Inui lo observó con detenimiento, tratando de deducir si el chico mentía o decía la verdad. Era difícil saberlo. Era la primera vez que veía al príncipe de esa forma, parecía extremadamente sincero, incluso cansado.

-Seguramente, si son tus amigos como dices, no creo que para ellos sea un sacrificio, no había necesidad para actuar de esa forma si ese es tu motivo.

Kamui abrió los ojos, y volteó el rostro para mirar a Inui. Sonrió con un dejo de tristeza tal que volvió a sorprenderlo.

-Realmente no confías en mi, verdad? No…- Se retractó, volviendo a cerrar los ojos y descansando su cabeza nuevamente contra la enredadera- no puedo culparte por ello. Desde un punto de vista externo, mi forma de actuar es sospechosa. Te di motivos para que pensaras de esa forma. Aunque te diga que quiero proteger a Hikaru, no tendrías porque creerme. – Las palabras, con su voz tranquila, apenas audible, parecían demasiado reales para ser actuado. Intentó hacer memoria, pero jamás lo había visto actuar de forma tan real, tan…humana.

-El viaje que realizaste, no fue para revisar unos terrenos.- sentenció Inui, ni siquiera molestándose en formularlo como pregunta. Kamui sonrió, nuevamente con un dejo de resignación que era tan poco propio de él.

-Supongo que fue una mentira inútil, y tú eres demasiado inteligente para creerla. – Elevó una mano para acariciar una de las ramas que lo rodeaban, atrayéndola hacia su rostro como si fuera un animal, como buscando confort de la planta.- Supongo que ya sabes de Hazue, también? Y de alguna forma diste con la historia real, o me equivoco?

-Akemi-san dijo que quería evitar que te preguntara directamente.- Kamui meditó estas palabras, como si le hicieran lamentar más su decisión de separarse de la muchacha.

-No sabemos porque murió. No podíamos explicarlo, simplemente él…- Detuvo sus palabras, como si el seguir fuera a causarle tanto dolor que no podía animarse a pronunciarlas.- Desde entonces busco una respuesta. Salí para seguir una de las pocas pistas que pude encontrar, pero como pudiste ver, no salió del todo bien. Fui demasiado descuidado, demasiado ansioso. Creí estar cerca de la verdad esta vez.

-Que fue…- Preguntó Inui cuando notó que Kamui había detenido su explicación- lo que te debilitó de esa forma? Hikaru dijo que al intentar curarte, nada parecía estar mal en tu energía vital.

Kamui sonrió, dejando escapar una pequeña risa incrédula.

-Piensas preguntarme todas las cosas que odio admitir? Sabes cómo herir el orgullo de alguien, Inui-san. – Cuando el muchacho no ofreció ninguna respuesta a su comentario, continuó con un suspiro de resignación- Lo que sea que mató a Hazue… Lo tenemos Kaoru y yo también. Por momentos, nos debilita, a veces solo un poco, a veces tanto que nos deja al borde de la muerte. Si eso fue lo que nos quitó a nuestro hermano, quiero saberlo. Quiero saber que esperar en nuestras propias vidas, por el bien del reino- Su tono se había endurecido, reflejando tal vez la sensación de deber que tenía como realeza. – Los lobos piensan atacarnos, pero no son ellos. Están siendo controlados, y lo que sea que los controla quiere matarnos a mí, a mi hermano, y a Hikaru, pero desconozco el motivo. Es un pueblo que nos ha odiado por generaciones, no me extrañaría que se hayan involucrado con algo peligroso para buscar eliminarnos. No quisiera que lo logren, y no dejaré que lastimen a Hikaru.

-Si no quieres que la lastimen… Porque no le hablaste de esto antes? No puedo dejar de pensar que no me estás diciendo tus verdaderos motivos.

Kamui abrió los ojos y volvió a mirarlo, frunciendo el seño como si el comentario lo hubiese enfadado y lastimado al mismo tiempo. Su voz tembló levemente al hablar, como si estuviese haciendo un esfuerzo para no elevar el volumen y gritarle.

-Eres la única persona excepto Fuji y Akemi a la que le dije acerca de nuestra condición. Por qué te mentiría, si tan solo con que sea un simple rumor alcanzaría para que otros pueblos, incluso el nuestro, buscaran derrocarnos? Porque me molestaría en mentirte con algo que intentamos ocultar desde la muerte de nuestros padres y Hazue? Peleando contra los que se decían nuestros concejeros y solo buscaban quitarnos todo lo que nos pertenecía? Aunque fuese una mentira, Inui-san, esa clase de información podría causar desastres. Por qué me molestaría en decirlo?

-Por qué te molestas, entonces? – Preguntó, elevando una ceja, buscando tal vez fastidiarlo un poco – Por qué te molestas en decírselo a alguien como yo?

Kamui borró el enojo de su rostro, pero lo miró a los ojos con sinceridad y simpleza para responderle con tono firme, descolocando por completo a Inui.

-Porque me interesas, porque más lo haría? No puedes mentirle a la persona a la que te quieres acercar, o si?

-Como realeza, solo tienes que ordenarlo. Para que te molestas en tratar de quedar bien conmigo?

Inui supo inmediatamente que había logrado enfadarlo de verdad. Sabía que las palabras lo harían, pero no podía evitar testear las reacciones tan sinceras que estaba obteniendo, como si quisiera encontrar el límite de esa nueva sinceridad. Pero el fastidio no duró mucho en el príncipe, y no causó ninguna reacción violenta. Más bien parecía estar tratando de resignarse a recibir esa clase de opinión. La enredadera que había estado inmovilizando a Inui hasta entonces comenzó a moverse nuevamente. Por un momento, Inui temió haber ido demasiado lejos con su comentario, y que el muchacho se desquitara con él. Pero cuando la planta comenzó a aflojar su agarre y se retiró, dejándolo libre, comprendió que no era así.

-Ser realeza no te da el derecho a hacer lo que quieras con las vidas de los demás. Si quieres irte, puedes hacerlo. Si quieres quedarte, puedes hacerlo. Si quisieras matarme, podrías hacerlo.- Había vuelto a recostarse contra la pared y cerrado los ojos, la planta se retrajo hacia él y lo envolvió aún más, como en respuesta a la invitación de Kamui a que lo atacara si así lo deseaba.

El gruñido de un animal lo salvó de pensar que decir, porque el gesto lo había dejado con sus pensamientos en blanco. Volteó para ver cuál era el origen del sonido, y casi cae al suelo al encontrarse prácticamente cara a cara con el rostro de un dragón negro azulado que lucía extremadamente enfadado. Sus ojos, sin embargo, eran sorprendentemente diferentes a los de un dragón. Inui dio un paso hacia atrás, poniendo un poco de distancia entre la criatura y él.

-Jaeff, déjalo en paz. – Comentó el príncipe, bastante entretenido ante la actitud del dragonoid, parado sobre sus patas traseras para poder llegar a la altura de Inui- Descuida, no te hará nada.

El animal, pequeño en comparación con los dragones de los riders, rodeó a Inui sin dejar de mirarlo, y se sentó cerca del joven príncipe. Inui, relajándose un poco luego del susto de tener a la criatura tan cerca y enfadada, se acomodó sus lentes, casi por reflejo.

-Es celoso de todo aquel que se te acerque? – Preguntó, con más intenciones detrás de la pregunta de lo que originalmente pensaba. Kamui le sonrió como si supiera lo que estaba pensando, y negó con la cabeza, divertido.

-No puedes culparlo. Jaeff es una criatura extremadamente especial, y en cierta forma le di vida. Sus reacciones son lógicas.

-Darle vida?- Preguntó Inui, sorprendido. Conocía de los dragonoids hacía mucho tiempo, varios pueblos los usaban de mascotas o transporte liviano, pero nunca había escuchado de la creación de un ejemplar. Su rostro debía reflejar la confusión, porque Kamui continuó explicando.

-Naturalmente no lo creé, pero transferí el alma de una persona a un dragonoid que no iba a nacer. Supongo que le puedes llamar destino, para el mismo momento en que mi amigo perdió la vida, un dragonoid había nacido con su alma dañada. De alguna forma, pude salvar a ambos. Sus ojos son humanos debido a eso, como habrás notado. – Inui observó al Dragonoid, intentando que el asombro no se reflejara tanto en su rostro. Si bien el príncipe mencionaba el hecho como algo casual, se requería más que un avanzado conocimiento en magia para realizar algo así. A veces le sorprendía lo mucho que le costaba recordar el excelente mago que era el muchacho, probablemente debido a su apariencia, y aún más probable porque el mismo Kamui pretendía que la gente lo olvidara para siempre llevar ventaja.

-Y sus alas?- Preguntó, intrigado – Deberías dejar que Hikaru las viera, es extremadamente buena en curar esa clase de heridas.

-No lo dudo, Inui-san. Pero sus alas no pueden ser curadas de ninguna forma. – Ante la mirada interrogante del muchacho, Kamui arrojó un suspiro de resignación al aire, dando a entender lo poco que deseaba hablar de ello. Sin embargo comenzó a explicar, recordándole a Inui que el príncipe le había prometido no mentirle. – Cuando se manipula la esencia de las personas, el cambio debe ser equivalente. Si transfieres un alma, y la haces renacer, su nueva vida debe reflejar ciertos aspectos de la energía anterior. – Frunció el seño, pensando si su explicación era entendible.- Es extremadamente difícil de predecir, pero los cambios tienen lógica, y son inalterables. Jaeff… - Kamui se detuvo repentinamente en su explicación, y sus ojos se concentraron en el animal descansando a sus pies, como si estuviera deliberadamente esquivando los ojos de Inui- Jaeff se quitó su propia vida. Debido a ese trato para con su propia energía vital, se le privó de su capacidad de volar cuando se realizó la transferencia. Todo lo que hacemos en nuestro presente tiene consecuencias en el futuro, incluso… Incluso los gestos más simples…- Se llevó una mano a su frente, ocultando su rostro por un segundo. De un momento a otro lucía extremadamente cansado, e Inui recordó que no debía, después de todo, estar afuera y hablando tanto, sino que necesitaba descansar y terminar de recuperarse.

-Kamui…

-Ah, lo siento- exclamó, quitando su mano y sonriendo, aunque se notaba que era forzado- Estoy bien, de verdad. – Volvió a observar al dragón, y rió amargamente- Supongo que tienes razón en desconfiar de mí. De alguna forma, parece que la gente que me rodea termina siendo lastimada. Mis padres, Hazue, Jaeff… Estás más seguro si simplemente me odias, no crees?- Dijo, pretendiéndolo hacer sonar como una broma, pero fallando. Era claro que realmente lo sentía así. Inui observó al muchacho en silencio, con su rostro tan neutral como le era posible, y analizó todo aquello que podía ver, llegando a una conclusión. Se llevó sus manos a los bolsillos de su pantalón, y se encogió de hombros de forma casual, sonriendo.

-Supongo que tienes razón. Involucrarme contigo sería ciertamente riesgoso. – Inui caminó hacia donde estaba el príncipe, y se arrodilló a su lado, inclinándose sobre él, sirviéndose de sus manos para apoyarse, una a cada lado del chico. Su rostro estaba a milímetros del de Kamui, y se tomó unos segundos para escrutar los ojos grises que siempre le habían parecido tan inexpresivos y fríos. Pudo distinguir entre la familiar sensación de frialdad, un dejo de calidez. Su sonrisa se amplió en su rostro. – Pero también es cierto que me gusta el peligro, Kamui.

En tan solo un pequeño movimiento eliminó la distancia entre ellos, besando al chico con firmeza, aunque lentamente al principio, dándole tiempo a que rechazara el gesto. Sin embargo, cuando el príncipe elevó una mano para aferrar su cuello, atrayéndolo más hacia sí, Inui no dudó en elevar algunos niveles la calidad del beso, abriendo la boca de Kamui para acceder a ella. No era un beso delicado ni dulce, pero no podía decir que no lo estaba disfrutando. En más de una ocasión los dientes de Kamui rozaron sus labios casi hasta el punto de sacar sangre, y las ramas de la enredadera habían vuelto a ceñirse sobre él, como si fueran extensiones del chico. Los dedos de Kamui rozaron la marca en el cuello de Inui, y un pulso de placer recorrió el cuerpo del chico, haciéndolo separarse de la sorpresa, y tomar una bocanada del muy necesitado aire. Kamui le sonreía con el dejo de picardía que había aprendido a apreciar en él, y se llevó los dedos a su boca, lamiendo las yemas.

-Lo siento, mi magia reacciona de formas peculiares. – Comentó casualmente, claramente disfrutando la respuesta al gesto y no sintiéndolo en lo absoluto. Inui dejó que su propia sonrisa perversa curvara sus labios, y tomó la mano de Kamui para retirarla de su boca y llevarla a la suya, imitando al príncipe. Podía sentir un cosquilleo en la lengua, producto de la magia residual. Se llevó la mano del chico a su cuello, apoyándola sobre la marca y volviéndose a inclinar sobre él.

-No me escucharás quejarme. – dijo en un tono apenas audible y grave, y Kamui soltó una risa repentina y alegre, ahogando el sonido de las aves que habían estado cantando durante toda la mañana. Elevando sus dos brazos para pasarlos por alrededor del cuello de Inui, lo atrajo hacia si para retomar el interrumpido beso, ambos olvidando por completo el frío y la nieve que los rodeaba.

*_*_*_*_*_*_*_*_*


La cámara dorada brillaba con más intensidad que de costumbre, pareciendo reflejar la agitación de sus habitantes. Todos los cristales estaban completamente negros, excepto por uno particularmente plano, que se encontraba convenientemente en el centro mismo del recinto. La superficie del cristal parecía desprender destellos de luz intermitentes, pero cuando se estabilizaba, los destellos de luz resultaban ser imágenes, aunque por momentos borrosas e incomprensibles, por algunos breves segundos eran claras. En un particular momento de estabilidad en la imagen, el rostro de Kamui se pudo distinguir claramente, apoyado sobre el hombro de otra persona, que no tardó en develarse como Inui cuando el cristal ofreció una nueva visión clara. Pero solo duró unos segundos, y la interferencia volvió a distorsionar la imagen. Una de las voces, fastidiada, comentó.

-Ni siquiera fuera del castillo podemos tener una visión clara!?

-Te dije muchas veces que no lo subestimes. Fuera o dentro del castillo, puede bloquearlo.

-Es lo suficientemente clara-
, determinó otra voz, grave, con claros tonos de autoridad. El resto inmediatamente cesó los murmullos y escuchó – el problema reside en qué hacer con ello.

-Ya no nos podemos mantener al margen! Si pusieron en movimiento planes, puede llegar a ser desastroso. Tenemos que apurarnos!

-Y que propones!? Despertarla?

-NO! Si Hikaru despierta es peor!

-Pero si no lo hace…


El silencio inundó el recinto, cada uno meditando las consecuencias de una u otra acción. El cristal dio un nuevo destello de claridad, y el rostro de Inui se vislumbró perfectamente, una pequeña sonrisa en su rostro mientras hablaba con el príncipe palabras que no podían escuchar.

-Aunque no despierte, está protegida.
– Comentó una voz con seguridad, que inmediatamente despertó murmullos de duda y las voces comenzaron a hablar entre ellas, haciendo imposible distinguir las palabras. El cristal central pareció aún más estable, y repentinamente se apagó, sumiendo en oscuridad el lugar. Las voces se silenciaron de inmediato, y el cristal volvió a encenderse, mostrando una imagen diferente, pero estable y clara. Al principio solo se distinguía un campo amplio, pero en poco tiempo grupos de personas comenzaron a aparecer. Todos vestían uniformes grises, aunque de diferentes clases, y llevaban en sus cintos espadas y armas de distintos tipos. Era claro que estaban preparándose para un enfrentamiento. Los dragones estaban siendo equipados con las armaduras que los protegían en las batallas, y ya algunos estaban surcando el cielo. Una de las voces, con renovada indignación, exclamó.

-Esos estúpidos humanos!!! Piensan atacar el reino Kaidoh!? Sabía que ayudarlos sería peor! Ahora piensan que pueden enfrentarse a ellos en una batalla completa! Sin nosotros no son nada!

-Si realmente piensan atacar, van a arruinar todos nuestros planes.

-Pero no podemos detenerlos a esta altura. Sería un caos peor!


Nuevamente murmullos de impaciencia se elevaron en el lugar, y la voz que había hablado antes con autoridad, siseó de fastidio ante la actitud poco correcta de sus compañeros, haciendo que todos dejaran de hablar.

-Si los dejamos, perderán la batalla y nosotros nos quedaremos sin médium, y tendremos que despertar de nuestro letargo. Eso es imperdonable. Si los detenemos, produciremos sospecha. No tenemos otra opción más que ayudarlos y adelantar los planes.
– Un pequeño murmullo de aprobación siguió a esas palabras, y la voz retomó el dialogo – Ya todos saben lo que deben hacer. Los errores son imperdonables!

El cristal central se apagó de pronto, y la cueva, aunque no había estado habitada por ningún cuerpo excepto los cristales, pareció repentinamente quedar vacía, la última palabra pronunciada resonando en la soledad del recinto.
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