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 Capítulo 4

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Kira Hatake
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Kira Hatake


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Escuela : Capítulo 4 Seigaku
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Tu personaje de Tenipuri: Ryou Shishido
Tu Prince or Princess: Eiji Kikumaru

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MensajeTema: Capítulo 4   Capítulo 4 Icon_minitimeJue Sep 23, 2010 4:04 pm

Holitaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa!!!
Gracias a todas por leeros este fics, me alegra que les guste.
Bueno, aquí les dejo este capí:



Capitulo 4

Los piratas llegaron hasta un navío de grandes proporciones de color blanco, con tonos plateados y las velas azul claro con una calavera estampada. Un barco que había pasado de generación en generación, de pirata en pirata y esta vez estaba en manos de Annika Gris, de la familia Ootori, familia de piratas.

Ootori silbó y al poco rato una gruesa cuerda bajo por unos de los costados del barco. Momoshiro la ató alrededor de la cintura de Eiji con fuerza, asegurándose que la cuerda no se soltase. Gris chasqueó los dedos un par de veces y desde arriba del barco se sintió la voz grave de uno de los piratas gritando “tirad de la cuerda”.

En la cubierta del barco, había un chiquillo de unos diez años de edad que caminaba de un lado a otro buscando algo. El pobre niño de pelo moreno y lunar en la frente, veía como iba subiendo a bordo del barco todos los piratas menos la persona que él esperaba. Con nerviosismo, se pasó las manos por la cabeza, sin parar de caminar de un lado a otro de la cubierta.

Pero por fin, detrás de la capitana Gris vio la figura delgada de una muchacha, con algunos rasguños en la cara y un poco pálida. Tan rápido como se lo permitieron sus enclenques piernas, el niño salió corriendo hacia aquella mujer.

- Mami, te he echado mucho de menos – dijo el pequeño abrazándola con fuerza.

- Tranquilo Nobuhito- dijo la chica de pelo moreno.

Kin cogió en brazos al niño y con gran ternura, algo inusual en ella, le besó la frente. Gris sonrió ampliamente, chasqueó otra vez sus largos dedos llamando la atención del niño y de la madre, y con un movimiento de muñeca le dio permiso para que marcharan a descansar

-Capitana, parece que “la víbora” tiene problemas- bromeó Takeshi.

- Conociéndolo, pronto volveremos a verlo en el barco- rió Gris- Así que refugiémonos detrás de las montañas del Norte.

- ¿En las montañas del Norte? ¿Por qué?- preguntó el de los ojos violetas un poco confuso.

- Tengo asuntos pendientes con alguien- dijo la capitana agarrando la empuñadura de la espada que llevaba sujeta a la cintura- Te dejo al mando del barco durante mi ausencia.

- Pero si nos encuentran los militares ¿Qué hacemos?- el muchacho estaba preocupado por la seguridad de sus compañeros y del barco.

- Marchaos sin mi- contestó Gris recogiéndose su cabello en una coleta alta- nos reuniremos en Saya ¿De acuerdo?

**Kira**

Una vez el barco estaba lo suficientemente escondido detrás de las altas y peligrosas montañas de piedra maciza del Norte, la capitana Gris cogió una navaja y se la puso en liguero que estaba sujeto en su pierna derecha y que quedaba tapado por su falda. Miró una vez más el buque y a Takeshi Momoshiro ya que era el único que permanecía en la cubierta. Se subió a la barandilla del navío y antes de saltar hacia las profundidades del mar, guiñó un ojo a Momoshiro en señal de despedida.

**Kira**

El sonido de unas botas de cuero al caminar, el crujido de los tablones de madera del puerto de la ciudad y el movimiento de las olas cada vez más furiosas, daban inicio a lo que sería una larga y violenta noche. El murmullo constante y el nerviosismo palpable en el aire por parte de unos hombres que se miraban unos a otros esperando las ordenes de su capitán, eran los indicios de lo que iba a suceder dentro de unos minutos

La muchedumbre abrió paso a un chico de aspecto tranquilo, que decoraba su perfecta cara con una sonrisa encantadora, pero a la vez misteriosa e inquietante. El joven clavó sus grandes ojos azules en todos sus esbirros y les señaló aquel lugar al que habían llegado.

- Bien chicos, tenemos poco tiempo- dijo él empezando a caminar hacia delante- Debemos ir rápido para conseguir nuestro objetivo.

Se ajustó la correa que sujetaba sus pantalones de cuero negro y comprobó que su espada estuviera en perfecto estado por si surgía algún imprevisto. Dio media vuelta sobre si, dirigiéndose a los que estaban detrás de él. Al girarse, las cadenas que llevaba sujetas en su cintura resonaron como si de unos cascabeles se tratasen.

- Vosotros id a la casa y cogedlo por si acaso lo necesitamos - gritó el capitán- Nosotros iremos al palacio- dijo señalando a un pequeño grupo que estaba un poco más apartado del resto.

El resto de personas asintieron con un sonoro sí, cogiendo con sus fuertes manos sus pesadas armas y levantándolas al aire, gritando como si estuviesen a punto de empezar la más dura y violenta batalla. Todos empezaron a correr con gran ligereza, provocando que los tablones de madera por los cuales estaban corriendo se movieran dando la sensación de que en cualquier momento se iban a romper.

- ¡Esperad!- ordenó él- dentro de un rato nuestro barco bombardeara la ciudad. Para ese entonces, deberéis estar en el barco o de vuelta.- informó el joven encantador- Cuando llegue yo al buque, partiremos. Si no estáis a bordo os quedareis en tierra. Podéis marcharos, y por favor intentad, en esta ocasión, matar a menos gente.

- Capitán Fuji- llamó uno de ellos mientras el resto de bandidos corrían hasta perderse por las estrechas y viejas calles de la ciudad de Lorian- ¿quiere que lo acompañe?

- Está bien Kawamura- sonrió el joven muchacho- Nunca viene mal tener alguien de confianza.

**Kira**

Annika Gris se deslizaba entre las calles, cubriendo su bello rostro y su cuerpo con su larga capa de color gris. Sus pasos eran sigilosos y cuidadosos. Observaba con detenimiento cada casa, cada callejón en busca de algo. Su melena morena recogida en una coleta alta se movía descuidadamente al ritmo del viento que cada vez era más feroz.

Cogió de nuevo la vieja brújula que guardaba en un bolsito y miró la dirección que indicaba. Miró hacia el norte, todas las calles que tenía delante parecían idénticas, no sabía por cual ir. Al parecer en esta ocasión tendría que fiarse de su sentido de la orientación.

Todas las puertas y ventanas de las casas estaban cerradas y además estaban reforzadas con enormes tablas de madera. Parecía que todo estuviera abandonado, no había ningún rastro de vida, ni siquiera ningún animalillo. Era todo monótono, todo del mismo color y siempre la misma sensación de soledad y silencio.

La capitana Gris avanzó un poco más con la cabeza gacha, quizá se había equivocado de camino y tendría que volver por donde había venido y coger otro camino. Pero de repente un reflejo amarillento en el suelo llamó a la atención a la joven pirata. Cuando levantó la vista, vio una casita bastante pequeñita, pero de un color mucho más chillón que el resto.

- Mira que eres extravagante – pensó la muchacha acercándose a la puertecita de la hacienda- Así que de color dorado ¿eh?

La chica de gris no llegó a golpear la puerta, ya que ésta chirrió de una manera ensordecedora, provocando que se estremeciera y lanzara un gemido de desagrado. Ootori se quedó asombrada una vez estuvo dentro de la casa. Desde fuera parecía pequeña, pero el interior era enorme, con numerosas entradas a otras habitaciones. Justo delante de ella había una lujosa escalera de mármol blanco que daba lugar a una segunda planta. Por ellas bajó una chica de cabello rosado y grandes ojos verdes. Vestía con diferentes trozos de tela y cada uno de un color distinto, parecido al estilo de las gitanas que cantan y bailan en las plazas de las ciudades. Gris se sintió incomoda pues aquella muchacha con su mirada fija en ella, parecía que la estuviese analizado completamente y pudiese ver mas allá de lo que los ojos humanos pueden llegar a ver.

- Bienvenida, señorita Gris- la recibió- Sígame, por favor.

** Kira**


La gran puerta de metal reforzado, chirriando, se abrió repentinamente, chocando bruscamente con la pared. El yeso que la recubría se desmoronó con el impacto de la puerta, dejando tras de sí un enorme agujero. A cada lado había pequeñas celdas rodeadas de resistentes barrotes de hiero, con gente en su interior de aspecto temible y perverso. La bella pelirroja empezó a caminar por el largo pasillo que había delante ella, seguida por los extraños y perversos gritos de algunos prisioneros al verla pasar.

Hikaru con paso elegante y sensual se dirigió hasta la última celda de todo el pasadizo, era la más segura de la cárcel. Desde el exterior miró hacía adentro y vio a alguien tendido en el suelo, al parecer estaba durmiendo.

- ¡Hey, tú!- gritó la Fujiwara –Levántate.

Kaidoh, al contrario de lo que se pensaba la pelirroja, no estaba durmiendo. Cansado y aburrido de estar metido en aquella celda no perdió el tiempo y se puso a ejercitar su musculoso cuerpo. Justo cuando la pelirroja entró, él se encontraba tumbado en el suelo con las piernas flexionadas y los brazos detrás de la cabeza ejercitando sus abdominales.

Al sentir la orden de la joven dejó su ejercicio y se levantó del suelo con la tranquilidad que lo caracterizaba acompañando en todo momento su movimiento con su habitual siseó.

El pirata se paró delante de la chica desafiando con la grandiosidad de su musculoso cuerpo moreno. Hikaru se quedó un poco atolondrada al percatarse de que el moreno no llevaba camisa. Su tonificado cuerpo estaba cubierto por una capa de fino sudor. Una gota de sudor que se había alojado en su frente atrajo la atención de la pelirroja, puesto que descendió por su rostro, voló por su cuello, se deslizó por todo su torso y acabó perdiéndose en los pantalones de cuero del pirata.

Hikaru apartó la vista del cuerpo del moreno y movió de un lado a otro su cabeza, intentando concentrarse en su misión inicial. Entró en la celda, cerrando a cal y canto para que su prisionero no intentara escapar en un mínimo descuido de ella. Kaoru cubrió su escultural cuerpo con una camisa blanca que hasta hacía poco estaba depositada en un banquito de madera y apoyó todo su cuerpo contra la fría pared de piedra y yeso.

- ¿Por qué habéis venido a Lorian?- preguntó la pelirroja sentándose en el banquito de madera –Aquí no hay nada que os pueda interesar.

- Fshhhhhhhhhhh- siseó la víbora- Tú no sabes nada.

- ¿Habéis venido a hacer daño a los ciudadanos? ¿Pretendéis robarnos?- continuaba preguntando.

- Nosotros vinimos en busca de provisiones, no queremos hacer daño a nadie- contestó Kaoru- Fueron tus hombres los que nos atacaron primero, nosotros no estábamos haciendo nada.

Quizás aquel muchacho de aspecto malhumorado tenía razón, pero habían causado el terror entre la población y además habían atacado la antigua prisión cerca de la costa. Pasaron unos cuantos minutos en que ninguno de los dos pronunció ninguna palabra. Fujiwara buscó su mirada esperando que sus ojos le revelaran verdaderamente quien era él, pero lo único que vio fue una coraza impenetrable.

- Es mejor que me dejes marchar- sugirió el moreno –no es seguro para ti, ni siquiera para mi quedarme en el mismo sitio durante tanto tiempo.

- ¿Por qué?

- Porque llevó bastantes años en el mar y tengo unos cuantos enemigos que quieren ver mi sangre derramada por el suelo ¿entiendes?- explicó Kaidoh mirando las rejas que lo mantenían encerrado.

- No puedes irte- dijo la pelirroja- No si estoy yo vigilándote.

- No tengo intención de pedirte permiso así que dame las llaves y apártate.

- No- se negó en rotundo la joven militar poniéndose de nuevo de pie.

Kaoru Kaidoh apretó con rabia sus puños, reprimiendo las ganas de golpear a la pelirroja para quitarle las llaves de su celda. Sin poder reaccionar, Hikaru estaba atrapada contra la pared por el cuerpo musculoso del pirata. Intentó empujarlo e incluso golpearlo, pero parecía que aquel muchacho estuviese hecho de piedra.

- Suéltame- ordenó la chica apoyando sus manos en el pecho de Kaoru y empujándolo- No conseguirás nada de mí.

- No quiero hacerte daño- dijo de repente la víbora.

- ¿Qué más te da si me haces daño o no? Eres un pirata- refunfuñó- Sois todos iguales. Sois seres despiadados y crueles.

- Yo no soy… malo- susurró el moreno al oído de Hikaru, remarcando la ultima palabra pronunciada –fshhhhhhhhhhhhh- dijo oliendo el suave aroma de flores silvestres que emanaba el cuerpo de la joven pelirroja.

De la nada, unas rocas saltaron hacía ellos dos con gran violencia, el suelo se tambaleó sin control debajo de sus pies y el sonido ensordecedor de una explosión se infiltró por sus débiles tímpanos, dejándolos con una sordera momentánea. Hubo otra explosión, pero esta vez justo donde estaban ellos dos. Sus cuerpos chocaron violentamente contra los barrotes sin ninguna compasión. El golpe de Hikaru fue más aparatoso y perdió el conocimiento pocos segundos después de haber chocado contras las barras de metal.

**Kira**

Espero que les haya gustado.
Aún quedan muchas incógnitas por descubrir así que nos vemos en el siguiente capítulo.
Adiositooooooooooooooooooooooo!!

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Capítulo 4
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