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 Capitulo 13

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kaidoh-kiddo
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Escuela : Capitulo 13 Seigaku
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Tu Personaje
Tu personaje:
Tu personaje de Tenipuri: Kaoru Kaidoh
Tu Prince or Princess: Inui Sadaharu

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MensajeTema: Capitulo 13   Capitulo 13 Icon_minitimeSáb Jun 12, 2010 3:23 am

Los rugidos de los dragones eran tan ensordecedores que, a pesar de la distancia, llegaban nítidos hasta los oídos de las personas que permanecían en el castillo. Kamui, sentado sobre una roca al borde de las dragoneras, elevó sus manos para tapar sus oídos. Los animales estaban nerviosos, podía verlo, escucharlo, e incluso sentirlo. Jaeff caminaba a su alrededor a los tumbos, debatiéndose entre la excitación que la conmoción le provocaba, y la ansiedad y nervios que podía percibir de los demás dragones.

Casi todos los animales ya estaban en las entradas de sus respectivas cuevas, esperando que sus Riders los montaran y dirigieran, logrando que sus rugidos hicieran eco de manera casi armoniosa con las voces y gritos de los hombres que se congregaban unos metros debajo, ordenando a los soldados en formaciones perfectas de marcha.

Desde donde estaba Kamui, podía distinguir fácilmente a Kaoru, montado firme y estoico sobre su caballo, cabalgando de un lado a otro de la línea de avance, dando órdenes a sus generales. En el flanco derecho de la formación estaba la caballería. Las monturas, acostumbradas a los rugidos de los dragones, aguardaban pacientes las órdenes al igual que sus jinetes.

En poco tiempo la formación estaba completa. La marcha comenzó de manera coordinada, guiada por los principales generales, envestido cada uno de ellos con una capa azul. Kaoru mismo llevaba una de ese color y similares características, pero la suya llevaba bordado algunos detalles delicados en plateado. Kamui sonrió, sabiendo lo mucho que Kaoru odiaba esa clase de lujos, pero al mismo tiempo sabiendo que eso era lo que le haría saber al enemigo que él era el Rey. Quitársela sería el equivalente a esconderse detrás de su ejército, y Kaoru peleaba en las líneas delanteras, o nadie peleaba en lo absoluto.

Los pasos del ejército eran tan perfectos y sincronizados que nadie estaba exento de sorprenderse. Era un bloque compacto, imponente. Como una verdadera pared humana que prometía y exudaba valentía e impenetrabilidad. El reflejo del sol en las espadas y detalles de metal de las monturas, cegaba por momentos a los que miraban la escena. Los rostros eran serios, pero confiados. Seguros. Dispuestos a seguir sin dudar al hombre que los dirigía.

Era sabido que la marcha verdadera se hacía de forma más libre y quizás caótica, pero la costumbre de marchar ordenadamente los primeros tramos, era un bálsamo permitido para que el pueblo sintiera cierto confort al verse protegido por un ejército disciplinado. Kamui se puso de pie en un movimiento rápido, solo para acuclillarse sobre el césped. Llevaba puesta una túnica especial que lo distinguía como mago principal del reino. El cuello era alto, y la prenda se extendía fácilmente hasta las rodillas, dividiéndose a los costados desde la cadera. La tela era gruesa y suave, protegiéndolo del frío que caracterizaba a la región. Los bordados eran primorosamente delicados, realizados con hilo de plata sobre la tela, también de un tono azul, creando en cada vuelta un patrón intrincado de hojas que cubría por completo la prenda. Los pantalones eran lisos y simples, con tan solo un cruce de cuerda a lo largo de cada pierna. Las únicas partes del cuerpo desprotegidas eran sus pies y sus manos. Apoyó estas sobre la tierra sin ningún tipo de ceremonialismo, con una naturalidad casi innata. Aferró con firmeza el pasto que crecía allí, y cerró los ojos, concentrándose. En poco tiempo, las zonas de la tierra que hacían contacto con sus palmas y pies desnudos comenzaron a emitir un leve destello, al mismo tiempo que una brisa hizo olear la tela suelta de su ropa. A medida que el brillo se intensificaba y se expandía con rapidez a lo largo de toda la tierra, la brisa aumentaba en intensidad, convirtiéndose en un fuerte viento que alcanzó a los soldados. Debajo de sus pies, el brillo se extendía por la tierra y la alfombra de césped debajo de los cascos de los caballos. La magia pasó de la tierra a sus pies y de allí se expandió por todo su cuerpo, revitalizando a cada uno. Soldados y animales sintieron una calidez envolver sus músculos y su alma. El viento acarició las escamas de los dragones, y las criaturas dejaron de rugir en pocos segundos, acompañando el silencio que se hizo entre todos.

Kamui soltó con lentitud el manojo de hierbas al que se aferraba, y volvió a sentarse en la piedra. Había sentido, antes que fueran audibles, los cascos del caballo de su hermano golpear contra la tierra, y solo unos minutos después lo divisó, cabalgando con tranquilidad a un relajado trote. El Rey desmontó de un salto, incluso antes que el caballo se detuviera, y caminó hacia su hermano.

-No deberías desperdiciar tu energía de esa forma- Amonestó Kaoru, aunque en el mismo tono se encontraba agregado un agradecimiento. Kamui le sonrió, encogiéndose de hombros.

-Lo necesitan más de lo que lo necesito yo, no les hace bien comenzar la marcha con tanta ansiedad.

-No lo pueden evitar – Comentó su hermano, volteando para observar desde la altura en la que se encontraban a su ejército. Su usual mirada severa se suavizó, como si observara a un hijo. En cierta forma, su ejército lo era. – Ahora que saben que los Lobos no son más un grupo de ineptos, no pueden evitar sentir aprehensión por el resultado de la batalla. Pero esta vez estamos preparados. No volverán a engañarnos.

-Kaoru… -Comentó su hermano con preocupación – no olvides que no estás peleando solo contra humanos.- Kaoru simplemente asintió, y Kamui observó en silencio junto con él a la masa de hombres marchar ordenadamente hacia el camino que los llevaría al lugar de enfrentamiento. El viento volvió a hacer volar sus ropas, pero ninguno parecía prestarle atención. Con el sol a poca distancia del horizonte, la luz rojiza bañaba sus rostros serios y le daba al momento cierto carácter de ominosidad. Kaoru bajó la vista hacia su hermano, tratando de adivinar que pensamientos pasaban por su cabeza. Nunca le había resultado fácil hacerlo, y por momentos resultaba imposible.

-Kamui…- Comenzó, quitando la vista para volver a posarla sobre el paisaje- se que no hubo tiempo de hablarlo desde que volviste… Pero no harás nada aún, verdad? Puedes esperar al menos a que vuelva? Quisiera que nos sentemos a hablar de esto, hay cosas… De las cuales aún no se qué pensar- Kaoru esperó una respuesta, y cuando los segundos pasaban en silencio, volvió la vista nuevamente a su hermano. Parecía no haberse inmutado por sus palabras, e incluso dudó por un momento que lo hubiese escuchado en lo absoluto. Pero los ojos de Kamui giraron lentamente hacia él, en señal que si había escuchado sus palabras, pero la respuesta nunca pudo ser escuchada. Unas pisadas firmes irrumpieron el silencioso intercambio de miradas de los hermanos, y ambos voltearon para ver quien se acercaba. Sus expresiones cambiaron de forma inversa. Mientras que Kamui sonrió levemente ante la llegada del alto muchacho de lentes, Kaoru frunció el seño, molesto por haber sido interrumpido en algo importante. Inui llegó en pocas zancadas a donde estaban, y apoyó una mano sobre el hombro de Kamui en forma de saludo, dejándola ahí. Kaoru observó a su hermano con dureza, y la mirada se deslizó del rostro de Kamui a la mano que tenía a su lado, y de ahí al aparentemente despreocupado rostro de Inui. Sin siquiera darse cuenta de ello, el Rey emitió un leve siseo de fastidio.

-Trata de recordar lo que dije, Kamui- Dijo, con un tono que se debatía entre la orden y la súplica, pero su hermano solo le sonrió, asintiendo con la cabeza y sin darle ninguna clase de garantía que las palabras le habían llegado realmente. Kaoru se alejó, volviendo a subir a su caballo y alejándose del lugar. Inui elevó ambas cejas ante la escena, casi divertido.

-Pareciera que a tu hermano no le agrada lo nuestro.

-Hmm…- Comentó simplemente Kamui, volviendo a sonreír. El siguiente comentario fue ahogado por el ruido de los cascos de un caballo tronar sobre la tierra, y una mancha negra pasó a toda velocidad por al lado de ellos, dejándolos atrás en pocos segundos.

Hikaru agitó una vez más las riendas de Nowaki, y el caballo respondió sin esfuerzo alguno, aumentando su velocidad, casi deseoso de hacerlo. No tardaron mucho en ponerse a la par de Kaoru y Moretsu Na, y Hikaru maniobró a su montura para frenar el camino del Rey. El pelo de la pelirroja estaba absolutamente alborotado. Había tomado la precaución de atarlo en una coleta alta, pero cuando se vio obligada a salir a galope para alcanzar a Kaoru antes que se fuera por completo, el peinado se desarmó, dejando largos mechones de pelo atravesados por su rostro. Los apartó sin mucho cuidado y un poco de fastidio, y acomodó a Nowaki para bloquear mejor el paso del Rey, dirigiéndole a este una mirada aún más profunda de fastidio.

-No quiero acusarte de huir, pero al menos podrías haberte despedido.

Kaoru le devolvió la mirada, pero no pudo hacer demasiado por defenderse. Sabía que la muchacha tenía razón. La había estado evitando todos esos días, buscando atrasar el momento en el que se vería obligado a responder preguntas de las que ni siquiera sabía si podía dar respuesta. No deseaba mentirle, pero había cosas que no podía decir aún, cosas que no había decidido. En los últimos días todo había pasado tan rápido, las cosas habían sido tan ajenas a él que no había acomodado sus propios pensamientos. Debía hablar con Kamui antes que pudiera explicarle algo a Hikaru, y aún así no sabía si iba a poder ofrecerle las respuestas que deseaba. Pero deseaba arreglar todo. Todo lo que habían ocultado, todo lo que no habían dicho. Se había mantenido al margen hasta ahora, pero no más. Era hora que tomara sus propias decisiones. Acercó su caballo al de ella, lo suficiente para poder hablar con la muchacha de cerca. Deseaba poder besarla, abrazarla y prometerle que todo estaría bien, pero no se sentía con ese derecho, después de haberla esquivado como un cobarde.

-Hikaru…Se que hay cosas que necesitamos resolver. Hubiera deseado hacerlo antes, pero no estaba listo, y los malditos Lobos no dejan de molestar. No quiero que suene como si fuese una escusa, pero necesito pelear esta batalla. No obstante…- Su rostro se endureció- Voy a volver de ella, y hablaremos. No voy a escaparme esta vez. Puedes esperarme?

Hikaru lo observó por largos segundos. Sabía que lo esperaría hasta que fuera necesario, después de todo, había terminado por aceptar que lo amaba. Pero su orgullo le impedía responder inmediatamente. Finalmente, ablandó su rostro para sonreírle, tan solo una pequeña curvatura de sus labios.

-Vuelve, entonces – Había un ruego oculto en sus palabras, y un deseo por su bienestar. – Y hablaremos.

Kaoru olvidó todo orgullo, todo pensamiento de derechos y cobardía, y maniobró su caballo para dejarlo flanco contra flanco con el de Hikaru. En un solo movimiento, atrajo a la chica hacia si para besarla, pasionalmente. Desesperadamente. No deseaba que fuera el último beso, sin embargo, las leyes de una guerra no se basaban en lo que uno deseaba o no. Se separó, apenas unos milímetros, y le susurró con fiereza, de forma tan desesperada como su beso.

-Cuídate. Necesito que estés alerta, en todo momento, hasta que vuelva. – Sus ojos verdes se cruzaron con los de ella, y buscó comunicarle con su mirada todo lo que no podía decir en palabras, rogando que entendiera lo que le estaba pidiendo. Hikaru pestañeó unas veces, y le sonrió.

-Lo haré. – Fue la promesa que le hizo, aunque su mirada también contenía cosas que no podía poner en palabras. El silencio se estrechó entre ambos, y casi de común acuerdo, voltearon sus caballos al mismo tiempo para ir hacia direcciones opuestas, sin mirar atrás.

*_*_*_*_*_*_*_*_*

La habitación de Kamui estaba tan solo iluminada por el brillo de la luna, que al atravesar el ventanal, pintaba rayas de luces y sombras sobre las superficies que tocaba. Un camino de prendas de ropa llegaba de la puerta hasta la cama, descartadas casi de forma descuidada. La luz fría de la luna creaba un caos de sombras contra la desordenada tela de la cama, y las dos figuras que yacían en ella, profundamente dormidas. O al menos, así lo parecía, hasta que el príncipe, sin mover un solo milímetro de su cuerpo, abrió lentamente los ojos, como si tan solo hubiese estado aparentando. Sus ojos grises parecían de una tonalidad tan clara debido a la fría iluminación, que le daban un brillo casi irreal. Lentamente volteó su rostro, pasando su mirada de la figura de Inui, envuelta de forma descuidada con las finas sabanas, hacia la ventana y la posición de la luna, ofreciéndole la información que requería con respecto a la hora. Se ayudó de un codo para elevarse, y con movimientos cuidados y gatunos, se retiró de la cama. Sus pies descalzos se apoyaron sobre el piso delicadamente, sin emitir un solo sonido. Su piel parecía blanca contra el brillo de la luna y la oscuridad de la habitación, y se movió por el lugar como si fuese una sombra más, rodeando la cama para ponerse entre Inui y el ventanal. Una prenda oscura yacía a sus pies, y se acuclilló para tomarla. La luz iluminó lo que resultó ser una camisa negra, con el pequeño escudo del reino Sengoku brillando rojizo entre la monocromaticidad que la luna ofrecía. Se llevó la prenda al rostro, captando el suave aroma que reconocía fácilmente, y sonrió. Cuando la prenda cayó al piso, donde antes había brillado el escudo del reino, ahora había, entre los dedos de Kamui, una afilada hoja de color negruzco violáceo. La luna no la reflejaba. De hecho, el metal parecía absorber toda clase de luz, confundiéndose con extrema facilidad entre la oscuridad. Kamui hizo pasar la hoja entre sus dedos habilidosamente, el letal filo constantemente rozando su piel en una amenaza que el muchacho parecía disfrutar. Finalmente, la hoja se acomodó con facilidad entre dos de sus dedos, y la forma alargada de ésta la hizo desaparecer entre ellos, no dejando rastro de su existencia. Kamui se puso de pié, y apoyó una rodilla sobre la cama, pasando su otra pierna al otro lado del cuerpo de Inui, y su mano izquierda al lado del rostro del muchacho. Se inclinó sobre él, tomando posesión de su boca con facilidad, y el chico, aunque dormido, respondió con un pequeño gemido, apenas un sonido grave que se perdió en la noche. Kamui profundizó el beso, introduciendo su lengua con firmeza y tal intensidad, que la cabeza de Inui se inclinó hacia atrás, despejando su cuello. La mano derecha de Kamui se movió finalmente, lentamente, hacia la mejilla del chico, sus yemas rozando la piel blanca de Inui, desde el borde de sus ojos a su mentón, y finalmente su cuello, en donde el contacto se intensificó a toda la palma.

El beso se congeló de repente, y los ojos de Kamui se abrieron de par en par, encontrándose con los de Inui, extremadamente lúcidos. El príncipe se separó, dejando su boca libre para sonreír, pero solo pudo alejarse unos milímetros. El filo de la hoja que Inui empuñaba contra su cuello destelló al ser alcanzada por un rayo de luna, y la sonrisa de Kamui se amplió aun más, sus ojos destellando blanquecinamente. Los dedos de su mano derecha realizaron un pequeño, casi ínfimo movimiento, dejando ver tan solo un milímetro del filo violáceo que se escondía entre sus dedos, rozando la tensa piel sobre la yugular de Inui, quien apretó aún más el cuchillo sobre el cuello del príncipe, en señal de advertencia, y le devolvió la sonrisa, cada uno meditando con fría tranquilidad la situación, y a su adversario. Fue Kamui el primero en romper la estaticidad del momento.

-Supongo que…- La daga de inui presionó aún más, arrancando una pequeña risa sin emoción de Kamui, quien tensó su cuello, buscando escapar del filo para poder hablar.- fue iluso de mi parte pensar que lo había logrado.

-Solo por unos minutos, te creí.- Admitió Inui, sin inmutarse por el filo envenenado que sabía estaba directamente sobre la vena de su cuello.

-Solo para futura referencia, puedo saber que me delató? – Preguntó, despreocupadamente.

Inui aferró el brazo que sostenía el peso de Kamui y jaló de él, desbalanceando al muchacho fácilmente, pero la tela de la sábana entre ellos lo arrojó a él también fuera de la cama, aunque esta vez era él quien tenía atrapado al otro contra el piso. Ambos recuperaron la estabilidad luego de la caída, y elevaron los filos al cuello del otro en el mismo instante, volviendo a paralizarse. Inui sintió una de las piernas del chico inclinarse y rozar su entrepierna deliberadamente, pero solo logró hacerlo sonreír, sus ojos verdes brillando tan letalmente como la daga que sostenía.

-Fue demasiado real.

-Ahh…- Exclamó neutralmente el príncipe, comprendiendo su falla. – Debí suponer que no sería tan fácil.

La despreocupación aparente de Kamui estaba logrando ponerlo nervioso, aunque externamente nada lo delataba. Tenía la ventaja físicamente, no había forma que… Se maldijo a sí mismo al darse cuenta de su error al mismo tiempo que experimentó la carta de triunfo de Kamui. Después de todo, era demasiado fácil olvidarlo. El aire alrededor de Inui desapareció, y sus pulmones lucharon por conseguirlo. Los ojos de Inui se abrieron de par en par en incomprensión al principio, pero entendió rápidamente que el muchacho estaba controlando el aire a su alrededor, como lo había hecho antes para detener las dagas en el intento de asesinato. La cuchilla que tenía Kamui entre sus dedos perforó a penas su piel, pero Inui rápidamente aferró ambos brazos y los aprisionó contra el suelo, inutilizando con ello su propia daga también. Kamui amplió su sonrisa, mientras Inui peleaba por recuperar el aire.

-Que piensas hacer ahora, Inui-san? – El rostro de Kamui se transformó para reflejar una falsa preocupación- Cuanto tiempo más piensas resistir la falta de aire?

Sus ojos se estaban nublando, y en poco tiempo, si no hacía algo, su fuerza lo abandonaría y liberaría el brazo de Kamui, dándole una oportunidad a que lo hiriese. Debía arriesgarse ahora, mientras pudiera mantener un poco de agilidad. Tenía la ventaja física sobre el príncipe, no podía pensar por mucho tiempo más.

Dejó libre la mano izquierda de Kamui, golpeando su sien con el canto de su mano para desconcentrarlo y confundirlo. El muchacho exclamó un gemido de dolor, aferrando su cabeza con las manos liberadas. Inui volvió a poder respirar, pero el golpe no había sido suficiente para dejar a Kamui inconsciente, así que debía apurarse. Se elevó de donde estaba con rapidez, tomando una de las prendas de ropa que había divisado anteriormente. El mismo tirón hizo que la prenda volara frente a él, protegiéndolo de la hoja que Kamui arrojó al recuperarse del golpe. El arma rasgó la tela pero la fuerza no había sido suficiente para atravesarla del todo. Inui tomó de la prenda las otras tantas hojas ocultas en ella, y las arrojó antes que el príncipe pudiera concentrarse nuevamente en su magia. Kamui salió disparado hacia el costado, torpe pero velozmente, y saltó hacia el otro lado de la cama. Las hojas se clavaron una detrás de la otra contra la pared, pasando cerca de su cabeza. Antes que pudiera llegar al otro lado, su pié resbaló sobre la suave tela, y perdió estabilidad, cayendo de forma poco elegante del otro lado. La última hoja de Inui pasó frente a sus ojos, dejándolo casi congelado en el lugar. Inui no esperó ni un segundo. Saltó a la cama y con su mano izquierda recuperó rápidamente las hojas de la pared, pero Kamui había desaparecido de su vista. Llegó al otro lado, encontrándolo vacío, pero no se confió, y aferró una de las sábanas para usarla como escudo, como había hecho antes con la prenda. Apoyó su espalda contra la pared, buscando por todas partes al chico. El aire volvió a cerrarse sobre su garganta, con más fuerza que antes, pero había sido suficiente para que los ojos de Inui detectaran el movimiento. Arrojó una de las cuchillas recuperadas hacia la cortina del ventanal, y Kamui volvió a esquivarla, revelando su escondite. Inui no desperdició un segundo, arrojando otra, esta vez modificando la trayectoria para prever el movimiento de Kamui. El filo clavó de lleno en su hombro, tumbándolo con la fuerza del golpe y lo sorpresivo del dolor. Inui se movió con celeridad, volviendo a aprisionar a Kamui contra el piso y dando un golpe con la palma de su mano, protegida con el lado chato de una hoja, sobre el filo de la que hería al príncipe, hundiéndola más en la carne. Kamui dejó escapar un grito de dolor, y arrojó a Inui una mirada de odio que deformaba su usualmente inmutable rostro. Inui aferró sus muñecas y las aprisionó por encima de su cabeza con una sola mano, dejando la otra libre para volver a presionar el filo de su daga contra el cuello del chico. Kamui no intentó bloquear el aire de sus pulmones otra vez, sabiendo que aunque lo hiciera le daba tiempo a que hundiera el cuchillo en su cuello. Apretó sus dientes, conteniendo la furia que demostraban sus turbulentos ojos grises. La luz de la luna menguó, e Inui alcanzó a ver por el rabillo del ojo las oscuras nubes de tormenta que comenzaron a cubrir el cielo, casi de la misma forma que los ojos de Kamui cambiaban cuando se enfurecía. Inui comprendió un pedazo más del rompecabezas que era Kamui: El clima del reino no cambiaba por capricho de la naturaleza, sino por capricho de Kamui. No era que el muchacho pudiera pedirles a los dioses que hicieran llover, sino que las emociones de Kamui provocaban los cambios de clima. Inui sonrió al ver al príncipe inmovilizado, ofreciéndole un rostro de furia.

-Hmm tienes una adorable cara de chico malo detrás de tu máscara de carismático príncipe, Kamui. No mentiste acerca de tu condición? Me sorprende que algo fuese cierto. – Kamui comprendió enseguida que su dolor y furia hacia Inui había hecho nublar el cielo y ponerse en evidencia. Intentó recuperar el frío control de sí mismo al que estaba acostumbrado, pero el rostro sonriente de Inui y el dolor en su hombro se lo estaba haciendo extremadamente difícil. Comenzó a reír, distrayendo el dolor de su mente.

-De que hablas? Todo fue cierto! Las verdades tienen muchas facetas… Sadaharu.- El uso de su nombre, un gesto tan personal que había adquirido en su farsa de intimidad, resultaba grotesco y extremadamente perverso ahora, con ambos buscando eliminar la vida del otro. Inui presionó la daga contra el cuello de Kamui, borrándole la sonrisa del rostro, y haciendo brotar un hilo de sangre que marcó un camino por el cuello de Kamui.

-Casi esperaba que fuera azul – Comentó con un dejo de ironía, sus palabras haciendo eco en su cabeza, recordando la situación anterior en las que las había utilizado. Esa vez había sido Kamui quien se hiriera a sí mismo, y no era una herida que buscara su muerte. Las cosas habían cambiado.

-Lamento decepcionarte, soy tan humano como es posible. Sin embargo…- Los ojos de Kamui volvieron a su gélido control de sí mismo, y esta vez su rostro era una verdadera máscara. No se molestó en bloquear el aire de los pulmones. Inui pudo sentir una extraña presión delante suyo, entre su rostro y el de Kamui. El mismo aire parecía distorsionarse, y lo comprendió un milisegundo tarde. Kamui concentró todo el aire de la habitación en un punto y lo expulsó hacia Inui, haciéndolo volar hasta estrellarse contra la pared y caer al piso, dejándolo al borde de la inconsciencia. Detrás de la niebla mental, Inui sintió como jalaban de él y sus manos y piernas se inmovilizaban, pero carecía de fuerza para evitarlo, el golpe lo había dejado incapaz de reaccionar a tiempo. Algo húmedo goteó por su cuello y supo que era sangre de donde su cabeza había golpeado contra la pared. Dos manos aferraron delicadamente su rostro para elevarlo, y sus ojos, desprovistos de los lentes y confusos por el golpe, apenas pudieron enfocar en el rostro sonrientemente cruel de Kamui.

-Es una verdadera lástima, Sadaharu. Realmente me agradabas, tampoco mentí en eso.

-Siempre sueles…- su frase se vio interrumpida por un punzante dolor en su cabeza, y cerró sus ojos con firmeza para hacerlo desaparecer o ignorarlo- intentar matar a quienes te agrandan?

-No, tú eres así de especial. Lamentablemente para ti, mis prioridades son otras.

-Realmente...No quieres matarme- Comentó con una media sonrisa de desafío, aunque estaba costándole horrores mantenerse consiente. Kamui alzó su rostro con poca amabilidad, y ahogó su gemido de dolor con su boca, besándolo con la misma intensidad que lo había hecho antes, probando en el beso el metálico sabor de la sangre del labio partido de Inui. Se alejó, acercando su rostro al de Inui y ofreciéndole una sonrisa cercana a la locura.

-No, no quiero. Después de todo, sería un desperdicio de energía. – Kamui soltó su rostro, y su mentón golpeó contra el suelo, arrancándole otro quejido. Su vista estaba completamente anulada, pero sus oídos detectaron el ruido metálico de la hoja ensangrentada caer frente a su rostro, las pisadas del muchacho en la habitación, el ruido de roce de la tela indicándole que el príncipe estaba vistiéndose con tranquilidad, y finalmente, los pasos hacia la puerta. El último esfuerzo de su mente por mantenerse consciente, antes de rendirse por completo a la oscuridad, detectó la puerta cerrándose detrás de Kamui, mientras que los primeros destellos de luz matutina iluminaban la habitación.

NdA: Gracias a mi nee-san por constantemente mejorar las partes que a mí no me quedan bien =D
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