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 Capitulo 10

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kaidoh-kiddo
Estudiante V.I.P
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kaidoh-kiddo


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Escuela : Capitulo 10 Seigaku
Fecha de inscripción : 11/03/2009

Tu Personaje
Tu personaje:
Tu personaje de Tenipuri: Kaoru Kaidoh
Tu Prince or Princess: Inui Sadaharu

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MensajeTema: Capitulo 10   Capitulo 10 Icon_minitimeSáb Jun 12, 2010 3:14 am

Inui se encontraba recostado en la cama de Hikaru, con su amiga acostada a su lado, su rostro hundido contra el pecho del muchacho. Una de las manos de Inui acariciaba la cabeza de la chica, despeinando su rojiza cabellera sin que a ninguno de los dos le importara. La otra mano sostenía la carta que le habían enviado a Hikaru. El remitente no era otro que el mismo padre de la chica.

Hacía un tiempo que Hikaru había dejado de llorar. Por un tiempo prolongado, el cual Inui no podía contabilizar, su amiga había estado convulsionando en llantos. Silenciosos, al principio, con pequeños gemidos de dolor luego, y finalmente con palabras de frustración, pena y negación entrecortadas por las lágrimas, y los espasmos que realizaban los pulmones en su lucha por respirar, a pesar de que el pecho de la chica se sentía totalmente comprimido. Ahora, en el silencio casi opresivo de la habitación, Hikaru solo se aferraba de la camisa de Inui, absolutamente agotada. Parecía estar dormida, pero él sabía mejor que eso. Volvió a observar los papeles que tenía en su mano, y sus ojos recorrieron las palabras otra vez. Había perdido la cuenta ya de cuantas veces había leído la carta. Casi podía recitar las palabras de memoria.

Hikaru..

Escribo esto después de haberte despedido. Verte ir hacia otro reino, sabes lo difícil que fue? Sé que tal vez me pienses hipócrita al decirte esto. Fui yo el que arregló el casamiento, después de todo. A veces, Hikaru, hacer lo mejor por tus hijos, por tu reino, o por cualquier persona, no es una decisión fácil de tomar, ni una feliz. Me preguntaste un millón de veces el motivo de esta repentina decisión, y un millón de veces no pude contestarte la completa verdad. Es cierto que mi tiempo se está acabando, y cuando leas esto será porque finalmente ha llegado a su fin. Es cierto que quería verte en buenas manos antes de irme de este mundo. Es cierto que en el Reino Kaidoh, tu magia se potenciará y podrás realizar grandes cosas. Pero el motivo no fue algo simple como eso, no.

Ante todo, Hikaru, antes de ofrecerte los verdaderos motivos, quiero que entiendas, y que grabes en tu corazón el hecho de que te amo profundamente. Nunca me he sentido más orgulloso que al ver a Kyosumi y a ti crecer, madurar como personas. Dos excelentes personas.

Te crié como si fueras mía, Hikaru, y juro por los dioses de la naturaleza que seguiré sintiéndote mía hasta siempre. Pero no somos tu madre y yo los que podemos jactarnos de haberte traído a este mundo.

Hikaru, provienes de un linaje de sangre mucho más puro y orgulloso que la familia Sengoku. También mucho más antiguo. Perdóname si no puedo decirte mucho más que eso. Cuando te dejaron en mi cuidado, me fue demandado que nunca revelara tu origen. Esta orden es absolutamente irrompible, Hikaru, y solo por tu propio bien y seguridad. No puedo arriesgarme a explicar más que esto, porque sabes que esta carta viajará un largo tramo antes de llegar a ti, y no hay forma de garantizar que solo tus ojos la vean.

El reino donde estas ahora es uno de los mejores y más seguros, en donde la magia de la tierra es más fuerte que en ningún punto del mundo. Kaoru, a pesar que no me creías, es un buen Rey. Confío en que para cuando esta carta te llegue, lo hayas comprobado con tus propios ojos. Su hermano, Kamui, no solo es astuto, es uno de los magos más poderosos del reino, quizás hasta del mundo. Nadie sabe realmente cual es el límite, nadie se enfrentó a ese Reino y venció. Pero por sobre todo, posee acceso a información de linajes que no podrás encontrar en ningún otro lugar. Allí, tienes todas las herramientas para descubrir quién eres realmente.

Solo te pido una cosa, Hikaru. Se precavida. En esta situación, no sé de quién puedas confiarte realmente. Valora por sobre todo lo que eres, quien eres. Dejaré en tu criterio, que siempre resultó asombrosamente correcto, el decidir en quien puedes confiar con esta búsqueda. Y si algún día lo encuentras, confío en que serás fuerte para afrontar la verdad.

El collar que te envío, bajo órdenes de perder la vida y destruirlo antes que entregarlo a otras manos que no sean las tuyas, es algo que vino contigo cuando te dejaron en mi cuidado. Nunca, Hikaru, nunca te separes de él. Es extremadamente importante, aunque lamento que solo debas confiar ciegamente en mis palabras, porque no puedo arriesgarme a explicarte más que eso.

No tengo forma de saber cuándo llegará esto a ti, pero deseo de todo corazón que te encuentre bien. Fue un placer tenerte como hija, Hikaru, y espero haber cumplido para ti un buen rol de padre, y que me recuerdes con cariño.

Cuídate, pequeña. No tienes idea lo valiosa que eres.

Inui sintió una línea de humedad en su mejilla, y la retiró con el dorso de la mano antes que Hikaru pudiese verla. Deseaba poder ser fuerte para ella, una presencia estable como lo había sido todos estos años, pero la muerte del padre de Hikaru le había afectado más de lo que esperaba. El hombre, después de todo, había sido como un padre para él. Lo habían recibido en el reino como compañero de juegos de Hikaru, y criado para ser su guardia y confidente, a pesar de que su origen era más que humilde. Sus propios padres vivían en una aldea cercana, y los veía a menudo, pero la figura del Rey de Sengoku era para él un segundo padre. Si sus padres le habían dado la vida, el padre de Hikaru le había dado un futuro. El vacío que sentía ante la pérdida era…doloroso. Un inmenso espacio en su vida de pronto se encontraba vacío. No podía imaginar el dolor que debía ser para Hikaru.

La pelirroja se estremeció, absorta en sus pensamientos, e Inui la acercó más hacia él, sin saber si le ofrecía consuelo o también buscaba darse fuerzas él mismo. La mano de Hikaru estaba cerrada fuertemente en un puño, donde tenía el colgante de forma peculiar. Inui, para distraerse de los sentimientos que lo atacaban, pensó en las cosas que la carta no decía. El padre de Hikaru había insinuado varias cosas en esa carta, pero era difícil determinar cuáles eran verdades y cuales meras especulaciones. Hikaru provenía de un linaje distinto. Los mismos dragones se lo habían dicho. Pero cual? Estaba insinuado que en este lugar podía hallar la respuesta, pero como? Acaso Kamui sabía? El chico pasaba incontables horas en la biblioteca. Acaso él también buscaba la verdad del pasado de Hikaru? O ya sabía quién era, y era otra cosa lo que buscaba? Él mismo había viajado hacia Sengoku para arreglar en casamiento, Inui podía recordarlo el día que había llegado. Le había resultado extremadamente curioso el ver a un niño negociar con el padre de Hikaru, y lucir como si estuviese a la altura del Rey. Que habrían hablado ese día? Qué cosas se habían discutido para que el hombre aceptara el casamiento? Y si le preguntaban a Kamui, recibirían una respuesta honesta? Podían confiar en ellos?

-En que piensas? – Preguntó la voz ronca de llanto de Hikaru, sobresaltando al chico. Debatió por unos segundos y decidió que discutir estas cosas tal vez le hicieran bien a la muchacha.

-En el contenido de la carta. En quien eres… En como averiguarlo… Si es sabio hacerlo.

-Papá pensaba que Kamui sabía- sentenció la chica, confirmando las sospechas de Inui- O al menos estaba cerca de saberlo. Tal vez le pregunte.

-Qué hay del collar, Hikaru? Sabes de qué se trata? – La chica negó con la cabeza, sin quitarla de donde estaba en el pecho de Inui.

-Es la primera vez que lo veo. Pero es mío, en eso la carta dice la verdad.

-Como lo sabes?

-Lo siento…- Explicó simplemente, aferrando aun más el colgante. – Tiene energía… se siente familiar. No lo sé, Sadaharu, es… - Hikaru ahogó un nuevo quejido de dolor, intentando frenar un nuevo brote de llanto. – Quien rayos soy?

Inui deseaba poder responderle, ofrecerle soluciones, pero su mente aun lidiaba con toda la información, las dudas, los interrogantes, y por sobre todo, el dolor de haber perdido a una persona tan valiosa en su vida, y ver a su amiga sufrir por ello. La abrazó con más fuerza, dejando por ahora las preguntas para más tarde.

*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*

Cuando Kaoru entró a la pieza de Kamui, le llevó al menos un minuto reconocer, entre todo el desorden, un dejo de la habitación que conocía. La cama estaba por completo cubierta de libros, abiertos o cerrados. Prendas de ropa desparramadas por toda la habitación, los cajones de la cómoda abiertos, y la ventana abierta de par en par, dejando entrar el frío viento de afuera. Por un segundo, Kaoru pensó que habían entrado a la habitación de su hermano, y estaba a punto de llamar su nombre, desesperado, recordando el ataque del otro día, cuando el muchacho en cuestión apareció por una puerta contigua, cargando unos cuantos objetos más y dejándolos en la cama. Lucía agitado, pero al menos estaba a salvo.

-Kamui, no se te da por ordenar, de vez en cuando? – Bromeó Kaoru, aunque solo con un dejo de humor que no tardó en apagarse. La noticia aún lo tenía un tanto sorprendido, y triste. Nunca había conocido al hombre, pero sabía que era una buena persona. Su reino era próspero, su pueblo feliz. Eso era suficiente para saber qué clase de Rey era.

-Bromeas? El desorden es hermoso.- Comentó sin mirar a su hermano, guardando las cosas que había traído en una mochila. Comenzó a seleccionar libros de los que estaban en la cama, dejando algunos nuevamente sobre el colchón, y otros dentro de la mochila.

-Planeas viajar?

-Sí, será breve.

-Kamui… Ey!- Se quejó, frenando los frenéticos pasos de su hermano al tomarlo de un brazo. Kamui le devolvió la mirada. – Puedes decirme a dónde vas al menos?

Kamui buscó en los ojos de su hermano un dejo de sospecha, pero no encontró nada. No podía culparlo, no era él el que debía saber de esas cosas.

-No viste lo que llevaba Hikaru en la mano?

-La carta? – Kamui revoleó los ojos en impaciencia.

-El colgante, Kaoru! Si es lo que creo que es, puede que termine por averiguar lo que nos falta.

-Piensas ir a averiguarlo? A donde?

-Sabes que no puedo decírtelo- suplicó Kamui con la voz.

-No… Es peligroso, lo sé. Llevarás a alguien?

-No- sentenció el príncipe, decidido, y reanudó la selección de libros.

-Kamui, eso es estúpido! Al menos llévate a Fuji!

Los frenéticos movimientos de Kamui se frenaron de golpe para dirigirle una mirada terminante a su hermano. El gris claro de sus ojos se turbó, oscureciéndose como las nubes que habían comenzado a surcar el cielo.

-Dije que no. – Tomó un libro, revisándolo y meditando si le serviría o no, mientras continuaba hablando normalmente- Si esta es la última pieza del rompecabezas que nos falta, no puedo arriesgarme a tener a Fuji ahí. Ni a él ni a nadie. No hará falta, Kaoru. Olvidas que soy mago? – Comentó a modo de broma, a lo cual Kaoru no contestó, cambiando de tema.

-No crees que es incorrecto irte ahora, justo después de… De lo de Hikaru?

Kamui terminó de guardar todo, y tomó una capa de viaje que había dispuesto antes. A diferencia de las que solía usar, con los emblemas y colores del reino, esta era una simple capa gris, un poco gastada y sin ninguna clase de lujo. Se la puso sobre sus hombros, cubriendo la ropa, igualmente normal, que vestía. Solo su postura y su mirada delataban quien era, y Kaoru sabía que podía hacer que esos rasgos también desaparecieran, y pasar como un simple viajero. Después de todo, que lo reconocieran sería un peligro.

-Mira, Kaoru. Sé que no es el mejor momento, y de verdad lamento por lo que está pasando Hikaru. Pero esto no es algo que pueda dejar para después. Mi prioridad, ante todo, siempre fue mi familia. – Kamui se puso la mochila al hombro, y se acercó a su hermano, apoyando una mano en su brazo, presionando para darle confianza. – Procura estar con ella. Sabes lo que es perder a tus padres, Kaoru, podrás ayudarla, al menos la entenderás, sabes lo que se siente.

-Kamui… Tú también lo sabes.

Los hermanos mantuvieron unos segundos la mirada, pero los ojos de Kamui no revelaban nada. Finalmente sonrió, dejando un trazo de tristeza que no se reflejaba en sus grises ojos.

-Claro. Pero tengo otras cosas que hacer, y tú eres su futuro esposo. Tómalo como una oportunidad para acercarte a ella sin que busquen matarse el uno al otro. – Le dijo, guiñándole un ojo, y dándole una breve palmada en el brazo, y pasando por su lado para salir por la puerta. Kaoru se volteó y lo siguió al pasillo, preguntando antes que desapareciera por una esquina.

-Cuantos días?

-Dos, si tengo suerte. Escucha a las hadas!- Dijo, elevando una mano en saludo antes de doblar y desaparecer de la vista de su hermano.

*_*_*_*_*_*_*_*

Había logrado atravesar todo el castillo sin que nadie lo detuviera. Sin embargo, cuando una voz llamó a su nombre en el exacto momento en que ponía su mano sobre el picaporte de la puerta principal, maldijo el haber celebrado antes de tiempo. Volteó para ofrecerle una leve sonrisa y una expresión que poseía una perfecta mezcla de sorpresa, interés, y un dejo de apremio.

-Inui-san. – Ofreció a modo de saludo, sin quitar la mano de la puerta, de forma que interpretara que estaba en un apuro y no deseaba ser interrumpido por mucho tiempo. Aunque, conociendo al muchacho frente a él, el leer esos gestos haría que lo detuviera aun más, buscando arruinar sus planes. Los ojos verdes del chico recorrieron la apariencia de Kamui y elevó una ceja. Kamui evitó que le preguntara algo haciendo una pregunta el mismo.

-Como está Hikaru? – Su rostro mutó para mostrar un poco de preocupación y compasión. Inui le devolvió una mirada más que fría.

-Mejor. No se puede decir que esté bien- Contestó de manera cortante, y antes que Kamui pudiera decir nada, agregó- Viajas?

El príncipe maldijo mentalmente. No quería mentir, pero no le quedaba otro escape que hacerlo. Asintió con la cabeza.

-Me pidieron que revise unos terrenos al norte. Al parecer hay un problema con la tierra del lugar y está afectando los cultivos.

Inui observó cada detalle que podía. Desde las expresiones del muchacho, a su ropa, su postura. Todo lo que le pudiera ofrecerle cualquier clase de información. No se molestó en revisar sus ojos, sabía que no encontraría nada allí.

Debía preguntarle? Deseaba poder ofrecerle respuestas a Hikaru, pero de alguna forma la idea de preguntarle a Kamui le parecía poco sabia, aunque todo indicaba lo contrario. El chico era inteligente, y poseía información, sin duda podría ayudarlos a buscar una respuesta. Pero Inui no dejaba de sentir desconfianza, aunque Hikaru le insistiera que no fuera paranoico. Había algo que no podía terminar de aceptar, algo que le seguía molestando, aunque no pudiera ponerle nombre a ello. Había demasiadas incógnitas en cuanto a los hermanos Kaidoh se refería. Definitivamente no podía preguntarle.

-Ah, ya veo. Suerte, en ese caso.

-Gracias- Kamui abrió la puerta, dejando entrar el frío aire de afuera- Cuida a Hikaru, si?

-No tienes que decírmelo- Contestó Inui, acomodando sus lentes casi por reflejo. Sin decir más, se retiró del lugar, dejando al príncipe en la puerta. La expresión de Kamui se transformó lentamente, borrando todo rastro de emoción, y sus ojos grises siguieron la figura de Inui hasta que desapareció de su vista. Por unos segundos de quedó estático, y finalmente sus labios se curvaron imperceptiblemente, sus ojos tornándose de un gris similar al de las nubes del cielo.

-Te estás volviendo un estorbo- Comentó en una voz apenas audible, y en un rápido movimiento cerró la puerta detrás de él, dejando finalmente el castillo.

*_*_*_*_*_*_*_*

Dos días habían pasado desde que la noticia llegara a Hikaru, y era la primer vez desde entonces que salía del castillo. Se había pasado el primer día encerrada en su pieza, con la ocasional visita de un preocupado Inui. Al segundo día, se atrevió a visitar las cocinas, la divertida conversación de los empleados logrando arrancarle una sonrisa de su sombrío humor. Al tercer día, decidió que necesitaba aire fresco y se aventuró a salir. Realizó una visita a las dragoneras, deseando pasar un rato a solas con su dragón, sacarlo a volar y sentir el viento en su rostro, la sensación de libertad que le producía surcar el cielo a altas velocidades. Sentía que podía olvidarlo todo. El dolor de perder a su padre, la confusión que las palabras de esa carta le produjeron, la incertidumbre de su propia identidad. Allí en el cielo, con la rigidez de las escamas bajo sus yemas y el viento en su rostro, nada de eso importaba. Después de un tiempo, sin embargo, necesitó volver para no cansar al animal. Pasó un tiempo en la cueva, conversando con el dragón, aunque no pudo averiguar mucho más de su propia identidad. Hikaru descubrió rápidamente que cuando un dragón no quería hablar de algo, simplemente no lo haría. Volvió a tierra, pero no queriendo volver a encerrarse en el castillo, decidió disfrutar un poco más el aire, aunque frío, agradable del día. Inmediatamente pensó en Nowaki, y caminó hacia los establos, atravesando los jardines. Cada persona que se cruzaba la saludaba con amabilidad, como si siempre hubiese sido parte del lugar. Era algo del reino que le había agradado desde que estaba allí.

En poco tiempo el rechinar de los caballos se hizo audible. Los establos no estaban lejos de las dragoneras, y ambos estaban inmediatamente al lado de los campos de entrenamiento, debido a que muchas estrategias de guerra requerían una coordinación cuidadosa de todas las variables. No esperaba encontrar a mucha gente hoy. El cielo estaba, desde entrada la mañana, absolutamente cubierto de nubes grises y parecía que fuera a llover en cualquier momento, por lo que los jardines y terrenos del castillo estaban mucho más desiertos que de costumbre. Hikaru agradeció esto, ya que no estaba de humor para encontrarse con muchas personas ni hablar o escuchar palabras que buscaran animarla. No solo había perdido a su padre, sino también su identidad. Ninguna clase de palabra, por más bien intencionada que fuera, lograría cambiar ese hecho.

El cuidador de los establos estaba entretenido cepillando el oscuro pelaje de Amamizu, la montura que hubiese sido del hermano menor de los Kaidoh si estuviese vivo. Paul la reconoció al acercarse, y le preparó a Nowaki inmediatamente. Mientras lo hacía, Hikaru pensaba en cómo se habían sentido los hermanos al perder en poco tiempo a ambos padres y un hermano. Para ella, el haber perdido a su padre había sido un golpe devastador. Pensar en que Kyosumi tampoco estuviera, era demasiado doloroso. Deseaba verlo, hacerle saber que contaba con ella para lo que necesitara, saber que estaba bien. Junto con la carta de su padre había llegado una de su hermano. Sus palabras amables la habían reconfortado mucho más de lo que esperaba. La había hecho sentir que estaba con él, sabiendo lo que le pasaba y que sucedía en el reino. Le había pedido que no fuera, y eso, aunque Hikaru sabía que era una decisión lógica, le dolía terriblemente. Si volvía al reino, arriesgaba demasiadas cosas, sin mencionar que no era seguro aún, con el actual estado caótico del reino. Una vez que las cosas se calmaran y asentaran, Kyosumi le prometió que podría visitar.

El relinche de un entusiasmado Nowaki la regresó de sus cavilaciones, y no pudo evitar sonreír. El animal lucía siempre tan entusiasmado por salir a correr, que Hikaru podía entender la decisión de Kamui de dárselo a otra persona.

Subió al caballo con agilidad, y salió de los establos en un trote ligero, dejando que sea Nowaki el que decida el camino. Ella no estaba interesada en ir a ningún lugar en particular, así que relajó las riendas y dejó que el animal la llevara. Había sido una buena decisión. Nowaki la llevó por un sendero que bordeaba el bosque a paso seguro, claramente conociendo el terreno. Estaban a metros de los arboles, pero Hikaru pudo divisar muchas más criaturas que nunca antes, y hadas de todo tipo se acercaron a ella una vez que notaron que las podía ver. Cuando el caballo dio un giro, retomando un camino hacia el establo, Hikaru se sorprendió de que quisiera volver tan pronto, pero el caballo tomó un desvío, trotando hacia una zona de prácticas de los campos. En poco tiempo, Hikaru divisó a otra montura, igualmente negra y del mismo porte elegante de Nowaki, comiendo pastura tranquilamente mientras su dueño entrenaba golpes y movimientos de espada frente a un enemigo inmóvil hecho de madera. Hikaru trató de desviar a Nowaki, pero el caballo estaba absolutamente decidido, y se resistió a los intentos de cambiar de rumbo efusivamente, dando un relincho de fastidio que atrajo la atención de Kaoru y Moretsu Na por igual.

Kaoru se detuvo en mitad de una estocada para elevar la vista, un poco fastidiado por ser interrumpido, pero ni bien se percató quien era, cambió su expresión a una menos severa.

-Lamento haberte interrumpido. Quise desviar a Nowaki, pero fue imposible- Se disculpó Hikaru, sabiendo perfectamente que el chico no apreciaba ser interrumpido en media práctica. Sin embargo, al ver lo agitado que estaba, podía deducir que había estado entrenando por horas.

-Olvidalo, es más testarudo que Kamui. – Ofreció Kaoru, viendo como ambos caballos intercambiaban relinchos como si de una conversación se tratase. Nowaki había comenzado a empujar a Moretsu Na con su hocico, y el caballo del rey lucía fastidiado y entretenido al mismo tiempo. Kaoru dejó escapar una sonrisa tras su usual mascara de seriedad – Será mejor que te bajes antes que empiecen a jugar. Nowaki se olvida fácilmente que tiene jinete.

Y era cierto. El caballo ya había comenzado a moverse agitado, buscando provocar al otro a un posible trote. Hikaru se bajó y quitó las riendas, dejando a Nowaki libre, después de todo estaban entrenados para no irse lejos y volver con un simple llamado. Ambos caballos no tardaron en trotar por los alrededores despreocupadamente. Hikaru sonrió al verlos.

-Se parecen increíblemente a sus dueños -, comentó, volteando para ver a Kaoru, pero este observaba la escena como si su cabeza estuviese en otro lado. – Luces preocupado – Ofreció Hikaru al verlo. Kaoru pareció despertar de su pequeño trance con esas palabras, y frunció el seño, retomando su entrenamiento.

-Kamui debía volver ayer- Comentó finalmente, sorprendiendo a la pelirroja que ya no esperaba una respuesta.

-Tal vez se retrasó por algo insignificante- Ofreció, no sabiendo que más decir. No sabía siquiera a donde había ido, ni a hacer que, así que tampoco podía determinar si corría peligro o no. Lo que más la sorprendía era que Kaoru parecía estar igual de desinformado. Mientras pensaba en que pueblos estaban cerca como para que el viaje durara dos días y si eran peligrosos, Kaoru la sorprendió con una pregunta, casi rústicamente planteada entre estocada y estocada.

-Tu… Estas bien?

Hikaru estaba por contestar un automático ‘si’, como se había acostumbrado a hacer, pero se dio cuenta que eso fastidiaría a Kaoru. El era alguien que sabía por lo que estaba pasando, no podía ofrecerle una respuesta fabricada a una pregunta tan sincera.

-Aún es difícil. Sigo pensando que no pasó, que fue un sueño, aunque soy plenamente consciente que no es así. Es un vacío muy repentino para asimilar, se siente… extraño.

-Será así por mucho tiempo- Ofreció Kaoru luego de unos cuantos ataques en silencio. Hikaru meditó estas palabras, sintiendo una comezón familiar en sus ojos. Intentó con todas sus fuerzas resistirlo. Estaba cansada de llorar.

-Cuanto? – Preguntó, con una voz apenas audible. Kaoru se detuvo para mirarla, entre sorprendido y confuso – Cuanto tiempo? – Volvió a preguntar, bajando la mirada hacia el suelo. Sus ojos se sentían húmedos y por algún motivo no quería que Kaoru la viera llorar. El rey la miró por un tiempo en silencio, y se acomodó la bandana que tenía en su cabeza, suspirando levemente.

-Aún hay días en los que despierto y pienso que voy a escuchar sus voces. – Comentó, con una voz más suave que la normal, y miró hacia el castillo, posiblemente recordando tiempos anteriores. – Aún pienso…-continuó, y Hikaru elevó la vista para observarlo, tan tranquilo y seguro, tan sincero. En ese momento entendió realmente que todo el fastidio que le producía era porque se estaba enamorando de él- Aun pienso que voy a salir a los jardines y encontrarme con un Hazue riendo despreocupadamente, con mis padres hablando sobre el futuro del reino mientras cuidan que un Kamui de rodillas sucias y palmas raspadas no vuelva a caerse. Aún hay días en que me levanto y mi propio reflejo me sorprende. Es como si… el tiempo se detuviera luego de perderlos.

El silencio se alargó luego de eso, cada uno absorto en personas diferentes, pero situaciones similares. Kaoru retomó su entrenamiento, dejando que el sonido de la espada golpear contra la madera y sus pequeños gruñidos de esfuerzo llenaran el aire. Hikaru lo observó casi sin verlo por un tiempo, asimilando sus palabras, perdida en pensamientos y recuerdos de su padre, de su hermano, en dudas en cuanto a su origen. Había tantas cosas que necesitaba saber, pero las respuestas continuaban eludiéndola.

Una pequeña sonrisa curvó sus labios al ver a Kaoru continuar metódicamente con su entrenamiento. Sin embargo, sus ojos de Healer podían notar que los músculos del brazo estaban cansándose. Considerando que había recibido una herida hacía no mucho, no era bueno que continuara.

-Kaoru… Si vuelves a lastimarte el brazo haré que te lo entablillen con cables de acero.

-Aun no me duele- Comentó, sin detener sus estocadas, por lo que Hikaru suspiró resignada.

-Claro que no te duele, lo hará cuando te enfríes y se inflame y ya sea tarde para quejarse! Cuantas horas llevas entrenando? No deberías exigirte tanto.

-Necesito estar en forma, mi vida y la del reino depende de que gane las batallas.

-Vamos, Kaoru. Si los haces depender tanto de ti, terminarán siendo débiles. No es bueno que cargues todo el peso de la responsabilidad tu solo. – Hikaru supo inmediatamente que había tocado un tema más que sensible cuando escuchó el leve siseo de fastidio de Kaoru.

-No es tan simple, no podrías entenderlo- Refunfuñó, dando la ultima estocada con particular vigor, y deteniéndose después de eso para recuperar el aire. Hikaru sintió las ganas de insultarlo de alguna forma por decirle eso, pero luego se calmó, pensando realmente en las palabras que había dicho.

-Por qué no tratas de explicarme, entonces? – Kaoru elevó la vista, sorprendido, encontrándose con los ojos sinceros de Hikaru, y una sonrisa divertida en sus labios. – Si hay algo que no entiendo, solo explícame. Quiero entenderte, Kaoru.

El rey necesitó más que un par de segundos para recuperarse de la respuesta de la chica. Había estado esperando verla fastidiada o enojada, pero no tanta sinceridad. Era lo suficientemente inteligente para saber que el fastidio que había entre ellos era simplemente causa del interés mutuo, y la testarudez de ambos por admitirlo. Pero no esperaba que fuera ella la que bajara las barreras primero. Guardó su espada en su cinturón, sin dejar de mantenerle la mirada a la chica, aún respirando con dificultad. Una pequeña sonrisa se escapó y curvó sus labios.

-Creo que ya me entiendes más de lo que deberías. De que te serviría saber aun más?- Preguntó, con una extraña mezcla de sinceridad y travesura en su voz.

-Eso es asunto mío, no crees? – Respondió Hikaru con un tono similar, cruzándose de brazos. Kaoru se acercó a ella, unos meros centímetros entre sus rostros. El aroma de él invadió sus sentidos, una mezcla de metal, sudor y algo puramente exclusivo de él. Sintió que podía ahogarse felizmente en ese aroma.

-Lo quieres saber por tu obligación como mi futura esposa? – Comentó en una voz tan baja que inducía a atrapar toda la atención de aquel que la escuchara.- O acaso estás enamorándote de mí?

El rostro de Hikaru se puso tan rojo que rivalizaba con su pelo, pero sus ojos eran decididos, y su sonrisa firme.

-Y que si es así?

A penas la última palabra dejó la boca de Hikaru, Kaoru la ocupó con la suya, besando a la pelirroja con una pasión tan explosiva que ella no tardó en responder. En tan solo un segundo, el beso se había convertido en algo tan apasionado que los dos se quedaron sin aire y necesitaron separarse. Kaoru aferraba la nuca de Hikaru, los rojos mechones de su pelo entre los dedos del chico, como si fuesen su único cable a tierra. Los dedos de Hikaru se hundían en la amplia espalda del rey, como si temiera que fuera a evaporarse en un instante.

El silencioso intercambio de miradas se vio súbitamente interrumpido por una gota de agua cayendo sobre la nariz de la pelirroja, sorprendiéndola y rompiendo la tensión previa. La chica no pudo evitar cruzar los ojos para verla, y Kaoru, igualmente sorpresivo que la gota, comenzó a reírse. Miles siguieron a la primera gota de agua, y en un instante una densa lluvia caía sobre ellos, logrando empaparlos antes que pudieran pensar en correr. Kaoru tomó su brazo y comenzó a correr hacia los pequeños establos solitarios de esa zona, desde donde los observaban un resignado Moretsu Na y un fastidiado Nowaki. Para cuando se encontraron bajo techo, el agua ya había causado estragos en sus ropas. Hikaru rió con ganas, como no había hecho hace días. En esa risa dejó ir todo lo que había acumulado esos días. El dolor, la frustración, la confusión. Sintió como, por cada carcajada, su cabeza se despejaba más y más. Era plenamente consciente que los problemas seguían existiendo, pero sentía que ahora estaba lista para enfrentarse a ellos. Kaoru regresó con una manta que tomó prestada de los establos. Estaba limpia, pero olía a caballos, tierra y alfalfa. Hikaru lo encontró extremadamente agradable, porque era la misma clase de aroma salvaje que caracterizaba a Kaoru. El chico la rodeó con ella, y solo ahí Hikaru se percató de que estaba tiritando. Estaba empapada y el frío era el de siempre, y no estaba acostumbrada a esa clase de clima como lo estaba el rey. Aún sabiendo esto, Hikaru extendió un brazo, invitando a Kaoru a unirse con ella bajo la cobija de la tela, a lo cual el chico no tardó en responder, pasando un brazo por la cintura de Hikaru, deliberadamente rozando con sus dedos la tela húmeda que ofrecía poca resistencia para su piel. El frío se esfumó de Hikaru en poco tiempo. Kaoru volvió a besarla, con un poco más de tranquilidad al principio, pero inevitablemente tardaron poco en convertirlo en algo mucho más intenso, y el clima afuera parecía acompañar el ritmo de sus actividades, pasando de una lluvia intensa a una tormenta violenta. Los truenos se mezclaron con sus voces, y las luces de los relámpagos los cegaban de igual forma que el placer. Cuando finalmente se calmaron, la tormenta continuó por más tiempo, como un eco de sus sentimientos. Hikaru se sentía adormilada, resguardada como estaba bajo el calor de la manta y del cuerpo desnudo de Kaoru contra el de ella. Todo el cansancio, las noches sin dormir, las preocupaciones, comenzaron a hacerse sentir, y sus parpados cayeron, pesados, ocultándole el mundo.

Cuando despertó, la tormenta se había reducido a una lluvia constante, pero débil, aunque el cielo lucía mucho más oscuro que cuando lo había visto por última vez.

-Estas despierta?

La voz de Kaoru en su oído, apenas audible, pero sólida, y en esas dos palabras había logrado decir más. Mucho más. Hikaru se incorporó para poder verlo, y cuando el chico casi deja escapar una pequeña risa, la pelirroja frunció el ceño. Kaoru elevó una mano para acomodar el alborotado pelo aún húmedo de Hikaru.

-Estas hecha un desastre.

-Tú también luces adorable- Contestó con un dejo de sarcasmo, pero sonriendo como no lo había hecho en días. Dejó de observar el rostro de Kaoru para notar que realmente había oscurecido. – Deberíamos volver – Y luego recordando el ataque al Rey de hace unos días, exclamó con más firmeza- Deberíamos volver ahora! Seguro están como locos buscándote.- Hikaru se puso de pié, y Kaoru volvió a reír.

-De acuerdo, pero que te parece si primero nos vestimos?

La pelirroja, notando su estado, se aferró a la manta para ocultarse, su rostro volviéndose escarlata de vergüenza.

Las ropas aún estaban húmedas y frías, así que Kaoru obligó a Hikaru a que se cubriera también con la manta hasta que llegaran al castillo. Subieron a Moretsu Na, dejando que Nowaki los siguiera libremente, aunque a mitad de camino el caballo regresó por su cuenta a los establos.

Esperaban entrar desapercibidos, advertir de su llegada y descansar, pero lo que encontraron al abrir las puertas fue un caos de sirvientes y personas del castillo reunidas. A penas se percataron de la llegada del Rey, una colectiva expresión de preocupación y ansiedad se mostró en todos los rostros. Fuji se abrió paso de entre la gente, acercándose al Rey y diciéndole en voz baja pero urgente.

-Creen que fue por la tormenta – Y bajando aun más la voz, agregó- Pero tal vez deba verlo con sus propios ojos para decidir si así fue, Majestad.

Con rapidez, guió al Rey hasta el hall central, a los pies de la enorme escalera que se desplegaba a ambos costados. Allí arriba, en lo alto de la pared, el cuadro de los anteriores regentes del reino Kaidoh estaba ennegrecido, con la tela absolutamente destrozada por el fuego. Lo que antes habían sido sus padres observándolos orgullosos desde la pared, era ahora tan solo un marco destruido, y cenizas esparcidas por el viento en el pasillo.

La pared, sin embargo, estaba indemne. Solo una clase de fuego podía realizar algo así, y era el convocado por magia. Kaoru desvió su mirada a Fuji, comprobando las sospechas del general.

La destrucción de ese cuadro no había sido ningún accidente.
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Capitulo 10
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