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 Capitulo 07

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kaidoh-kiddo
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kaidoh-kiddo


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Escuela : Capitulo 07 Seigaku
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Tu Personaje
Tu personaje:
Tu personaje de Tenipuri: Kaoru Kaidoh
Tu Prince or Princess: Inui Sadaharu

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MensajeTema: Capitulo 07   Capitulo 07 Icon_minitimeSáb Jun 12, 2010 2:56 am

El viaje había comenzado normalmente. Sin embargo, a medida que se adentraban más y más en el bosque, Hikaru no podía quitarse la sensación de que algo los observaba. Miraba a su alrededor incontables veces, solo para ver árboles, arbustos, y porciones esporádicas de cielo entre las tupidas copas de los arboles. Una rápida mirada hacia atrás le demostró que su amigo se había percatado de ello también. Cuando la sensación se tornó un tanto agobiante, decidió hablar.

-Kamui…- El muchacho, como si hubiese estado esperando la pregunta en silencio, la interrumpió con la respuesta antes que Hikaru pudiera formular la frase completa.

-Las criaturas del bosque están… evaluándolos, por así decirlo.

-‘Evaluándonos’- Repitió Inui, con un tono duro, pidiendo implícitamente que explicara exactamente qué significaba y que representaba para ellos en cuanto a peligros. Kamui sonrió ante la demanda no vocalizada.

-Este bosque no es demasiado concurrido, y las criaturas no están acostumbradas a ver humanos, por lo que desconfían de ellos. Y hacen bien, gran parte de los bosques del este fueron destruidos por tribus humanas sin ningún tipo de respeto por la vida que albergaban los arboles.

-Son hostiles? – Preguntó Inui sin preámbulos, deseando llegar al punto de la discusión con inusual impaciencia. Kamui volteó para verlo y ofrecerle una sonrisa, claramente divertido frente a su actitud.

-No a menos que tú quieras serlo. – Amplió su sonrisa por un breve segundo y volvió a mirar hacia delante.- Solo están tratando de entender si son una amenaza o no. No les harán daño siempre que ustedes no les hagan daño a ellos.

-Pareces conocer mucho este lugar, Kamui- Preguntó Hikaru, sosteniendo las riendas del caballo aunque casi no hacía falta. La montura parecía saber a dónde se dirigían.

-Siempre fue mi lugar de escondite de pequeño, cuando me escapaba del castillo- Ofreció el príncipe con una pequeña risa- Kaoru casi nunca entraba aquí, así que conseguía unas horas de paz antes que mandaran a buscarme mediante los Sages. – Miró alrededor con una sonrisa que a Hikaru se le antojó un tanto melancólica – Fueron buenos tiempos… - Comentó casi para sí mismo. La pelirroja estaba a punto de preguntar a que se refería, cuando de pronto unas cinco luces salieron detrás de un árbol cercano, cada una de un color diferente. Volaban tímidamente cerca de ellos, como si quisieran acercarse a Kamui pero no se atrevieran. El muchacho se percató de ellas y estiró una mano hacia ellas, con la palma hacia arriba.

-Ahh, seguro recuerdan estas. Hadas de bosque. Si mal no recuerdo, la última vez no pudieron ver sus formas reales. Seguro que con el entrenamiento que recibieron de los Sages y el tiempo que pasaron aquí, ya podrán verlas.- Dos de las luces, una roja y otra blanca, se acercaron sin dudarlo a la mano ofrecida, revolotearon sobre ella y luego se apagaron. Hikaru tomó una bocanada de aire al ver las pequeñas figuras de mujeres, sentadas en la palma de Kamui, e Inui olvidó ocultar el asombro en su rostro. Sus alas eran del color de la luz, al igual que su pelo y sus pequeños ojos. Miraban a Inui y a Hikaru de reojo, y parecían hablar y reír entre ellas, aunque no era más que un tintineo para Hikaru e Inui.

-Son preciosas! – Comentó Hikaru, absolutamente mesmerizada con las pequeñas criaturas. Las hadas realizaron un pequeño tintineo y Kamui rió con ganas.

-Pues ellas piensan lo mismo de ti – Comentó, lo cual ruborizó a Hikaru, pero al mismo tiempo la hizo sonreír. Las tres luces que continuaban revoloteando lejos se atrevieron finalmente a acercarse. El hada amarilla fue directo a Kamui y se sentó en su hombro, recostándose sobre el cuello como si fuera a dormir. El hada azul-violacea revoloteó alrededor de Hikaru unas veces hasta que se acercó a su rostro, transformándose de luz a su figura verdadera. Miró a la pelirroja con una mezcla de interés, asombro y picardía que agradó a la chica. La quinta hada, de color verde, comenzó a volar al lado de Inui, siguiéndole el paso casi de forma desinteresada, como si pretendiese que el que caminaran juntos fuese mera coincidencia. La luz desapareció e Inui pudo ver como el hada lo miraba de reojo, con ambas manos detrás de su espalda.

-Que…se supone que hagamos? – Preguntó Inui, a penas moviendo la boca para hablar, como si temiera que un movimiento brusco fuera a transformar la criatura en algo hostil, o fuera a espantarla. Hikaru, por otro lado, seguía divertida con los ojos al hada mientras esta daba vueltas alrededor de ella, y había comenzado a reír.

-Nada especial, Inui-san. Solo necesitas ser tu mismo. Hikaru está dando un perfecto ejemplo.- comentó con tono divertido, y la pelirroja volvió a avergonzarse, y dejó de jugar con la criatura.

-Lo siento, es que es tan adorable.

-Porque habrías de sentirlo?!- Preguntó Kamui casi indignado, pero riendo- fue un cumplido, Hikaru. Eres honesta, sincera, te muestras tal cual eres. A las hadas les agrada eso.
Inui se preguntó, casi sarcásticamente, que si a las hadas les agradaba esa clase de personas, era un milagro que les agradara Kamui.

Ambas hadas volvieron a volar hacia Kamui y parecían haber comenzado a pelear por aferrarse a la oreja del chico. Finalmente el hada Violeta ganó el lugar y comenzó a tintinear frenéticamente, y al poco tiempo el hada verde pareció fastidiarse y se acercó, desplazando a su compañera e imitándola. Después de unos segundos, Kamui rió.

-No tienen de que preocuparse, el bosque aprueba de ustedes. Pueden volver cuando quieran, y no hace falta que lo hagan conmigo. No tendrán problemas. Y, se alegrarán de saber, estamos por llegar.

Doblaron por un camino poco marcado, subiendo por el terreno que comenzaba a inclinarse hacia arriba, y mientras las hadas se retiraban de alrededor de Kamui, excepto por la amarilla que parecía profundamente dormida, el príncipe dirigió una mirada a Inui y elevó una ceja, sonriendo. Desvió la mirada hacia el hada verde, y luego hacia adelante, dejando escapar una silenciosa risa. Inui, palideciendo un poco contra su voluntad, se preguntó si el hada había escuchado su comentario interno sobre las hadas y Kamui y se lo había contado al muchacho.

La situación no le dio demasiado tiempo para preocuparse por ello. En poco tiempo habían escalado lo que ahora notaba era la base de una pequeña colina, y desde su elevada posición, podían ver ahora el valle que se encontraba escondido entre las montañas heladas del reino y el denso bosque.

Un enorme lago de agua turquesa brillaba con el sol como si fuese una gema en el medio del valle. Enormes terraplenes de piedra daban a las costas, y las paredes de las montañas estaban repletas de cuevas. Pero lo más hermoso de todo, era la variedad de colores que ofrecían las diferentes criaturas volando por el lugar. Algunas retozaban cerca del agua, otras se podían ver nadando bajo la superficie, algunas volaban por el aire, o descansaban en los terraplenes de piedra. Los dragones más pequeños, claramente las crías, jugaban en la base de un terraplén particular, por donde corría una corriente de agua a través de un quiebre en la piedra y caía libremente al lago en forma de cascada. Debajo del torrente de agua, las crías se sumergían o revoloteaban desordenadamente, peleando amistosamente y haciendo que millares de gotas de agua volaran por el aire, produciendo destellos de luz, que se sumaban a las luces de hadas que veían aparecer y desaparecer entre los árboles que rodeaban el lugar.

Hikaru desmontó del caballo, y se acercó al borde, sin poder quitar los ojos de la escena, absolutamente fascinada. Había algo espectacularmente mágico en el lugar, y no era simplemente la magia que normalmente sentía de la tierra. Era como si algo la atrajera al lugar, invitándola a quedarse en él como si fuese a su propio hogar, como si los que allí llegaban fueran tan cercanos como su propia familia. Era un sentimiento absolutamente amigable. El nervioso relincho de un caballo la despertó de su ensueño y volteó para ver a Kamui sosteniendo las riendas del caballo sin mucho éxito y una cara de disculpa en su rostro, mientras Nowaki daba una serie de patadas al suelo con sus patas traseras, nerviosamente. Antes que Hikaru pudiera reaccionar, Inui bajó de un salto de su montura y tomó las riendas de las manos de Kamui, pasando una mano por el cuello del animal y calmándolo. Se las ofreció a Hikaru, que realizó el mismo trabajo, y su alto amigo alzó los brazos hacia Kamui para ayudarlo a bajar. Una vez en el suelo, el príncipe rió de una forma inusualmente avergonzada.

-Lo siento, de verdad parecías estar disfrutando la vista, no quise interrumpirte. – Hikaru, dándose cuenta lo que había hecho, llevó una mano a su boca.

-De ninguna manera! Soy yo la que lo siento, debí darme cuenta… - Kamui volvió a reír, esta vez un poco más naturalmente, y le indicó con un gesto de la mano que se despreocupara, y miró hacia el valle.

-Realmente hace que uno olvide hasta su propio nombre, verdad?

-Es… magnífico, Kamui- Comentó la pelirroja, volviendo a posar sus ojos sobre el inmenso lugar, y su voz bajó a un mero susurro, como si temiera romper el encanto. – Es perfecto.

-Bajaremos por este camino- Indicó el chico con un gesto de la mano- Puedes ir bajando, pero no te alejes más que de ese terraplén. Allí los observaremos de lejos por un tiempo y les explicaré, de acuerdo?

Hikaru, ansiosa por acercarse a ellos cuanto pudiese, comenzó a bajar rápidamente, aunque cuidando de no resbalar, ya que por momentos el camino era muy empinado. Kamui volvió a reír ante el entusiasmo de la chica, y volteó para atar los caballos a un lugar cercano, solo para encontrar que Inui ya lo había realizado. Kamui se acercó para acariciar a Nowaki, mientras Inui aferraba el nudo del caballo para asegurarse que no se desarmara.

-Gracias, actuaste rápido. Unos segundos más y no sabría decir que hubiera pasado. – Comentó el Príncipe, refiriéndose al episodio de hace unos momentos. Inui lo miró de reojo, intentando aparentar estar concentrado en el nudo mientras intentaba analizar el rostro del muchacho sin éxito. No importa cuántas veces lo intentara, la cara de Kamui parecía ser sincera, pero no podía quitarse la idea de que los ojos nunca coincidían con esa sinceridad.

-No es problema… - Comentó casi con frío desinterés, pero luego, tal vez favoreciendo su lado más sádico, agregó- Realmente no puedes montar un caballo.

-No… - Contestó el muchacho abiertamente, sin ningún rastro de que el comentario lo hubiese ofendido. Quitó los ojos de Nowaki para mirar al chico con una sonrisa divertida- Crees que eso me quita puntos como persona?

-No… - Dijo, imitando el tono del príncipe casi en forma de broma - Solo me pregunto por el motivo. – La sonrisa de Kamui se amplió, pero Inui volvía a notar que los ojos no parecían compartir el sentimiento en lo absoluto. Tal vez fuera el color gris, tan neutro, que producía el efecto. O tal vez no.

-Se puede asumir que simplemente soy torpe. Los caballos saben cuando una persona no es apta para guiarlos.

-Si… - Contestó el muchacho, terminando el nudo y mirando al príncipe directamente al fin. Inui, rompiendo su usual máscara neutra, sonrió de forma peculiarmente malintencionada, y optó por una respuesta especialmente sarcástica- Si, se puede asumir.

Decidió seguir los pasos de su amiga rápidamente, no dándole tiempo al príncipe a responder en lo absoluto, aunque dudaba que recibiera alguna respuesta verbal. Esperaba no haber ido demasiado lejos con ello, porque realmente no quería pensar en las repercusiones. Sin embargo, al llegar al terraplén donde Hikaru estaba ya sentada, la visual le borró de la cabeza cualquier tipo de preocupación. Habían salido temprano, pero atravesar el bosque les había llevado bastante tiempo, y el sol ya se encontraba en pleno zenit, quemando con sus rayos a pesar del frío. Sonrió a pesar de sí mismo al ver a Hikaru sentada de espaldas a él en la saliente de piedra, con el pelo rojo brillando como si estuviese encendido, y detrás de su figura, los millares de dragones revoloteando por el lugar. Se sentó al lado de ella en silencio, no queriendo romper la magia del momento, y observó a las criaturas descansar a los bordes del lago, o volar sobre la superficie dejando estelas con la punta de la cola o alguna garra que apenas rozaba el agua. Su sonrisa se amplió al ver a las pequeñas crías jugar en la base de la cascada.

-Es increíble pensar…- Comenzó a decir Hikaru de la nada, con una voz baja y ausente, como si fuesen más bien sus pensamientos a que un comienzo de una conversación – que criaturas tan magníficas como estas acepten a los humanos de la forma que lo hacen, dejándolos que se suban a ellos y los involucren en sus guerras como una mera herramienta…

-Eso es porque la forma de pensar del humano coincide con su dragón – Comentó la voz de Kamui, lo cual hizo que ambos voltearan de la escena frente a ellos para ver al muchacho, apoyado sobre la pared rocosa del lugar, justo detrás de ellos. Los observaba con una sonrisa, como si le divirtiera lo mucho que ambos estaban disfrutando del lugar. El chico no se acercó a ellos, posiblemente porque acercarse al borde con su tendencia a los accidentes era un peligro, o tal vez porque el sol estaba comenzando a ser fuerte, y la roca estaba aun cubierta en sombras.

-A que te refieres?

-Cuando estableces una conexión con un dragón, y esto sucede naturalmente, es porque tu forma de pensar, las cosas en las que crees, tu más puro y verdadero ‘yo’ coincide con el del dragón, por lo que este entenderá las cosas por las que peleas, no es una herramienta. El dragón peleará con la misma convicción que tú tengas. Podría asimilarse al concepto de almas gemelas, solo que en este caso hablamos de algo más bien mental, y no hay motivo para que solo sea un dragón con el que establezcas un contacto, y depende mayormente de la clase de persona que seas.

-O sea que…si eres una persona complicada, hay menos chances que encuentres un dragón, o más, compatibles? – Preguntó la pelirroja, y Kamui sonrió satisfecho.

-Exacto. También significa que la clase de dragones con los que establezcas una conexión, hablarán de cómo eres en verdad.

En ese momento, tanto Inui como Hikaru pensaron, mitad en broma, mitad en serio, que si lograban establecer una conexión con alguno de los dragones, harían lo posible para que Kamui no lo conociera. El muchacho ya sabía demasiado de ellos como para ofrecerle aun más datos.

-Y como… se supone que elijamos, exactamente? - Preguntó Inui, intentando que su incertidumbre no se reflejara en su voz – O ellos deben elegirnos a nosotros?

-Hmm no exactamente. Es algo mutuo, simplemente los observas, y lo…sientes, dentro tuyo.

Hikaru sonrió, comprendiendo enseguida, pero la ceja de Inui solo se crispó en impaciencia ante la explicación vaga del príncipe.

-Lo ‘sientes’. Que ES exactamente lo que sientes? – Casi inconscientemente, elevó una mano para acomodarse los lentes. Hikaru pudo ver que el príncipe estaba realizando esfuerzos enormes por no reírse ante la actitud de Inui. Por algún motivo, Hikaru pensó que el chico estaba siendo poco preciso de forma adrede, para fastidiar a Inui, lo cual, admitió casi con culpa, estaba resultándole demasiado entretenido a ella misma.

-Eso es algo demasiado personal, Inui-san. Cada uno siente cosas diferentes. – Inui estaba por preguntar algo más pero Kamui lo interrumpió antes que pudiera hacerlo- No importa que, el punto es que sientas algo. Solo observa, y se paciente.

Así que, entablando conversación ligera, con más momentos de silenciosa contemplación que de habla, pasaron un tiempo sobre el terraplén, mientras las criaturas seguían su vida normal. Sin embargo, Hikaru notó que los dragones sabían que estaban allí, y que esto era un momento igual de significativo para ellos como para los dragones. Sin dejar de observar las criaturas, volvió a romper el silencio.

-Kamui, es esta siempre la forma de encontrar tu dragón? Todos los posibles Riders vienen aquí a buscarlos?
-No necesariamente. No hay ninguna clase de norma, ni edad para conectarte con un dragón. Este lugar es una de las zonas donde se concentran, y la magia es tan fuerte aquí que ayuda a crear un ambiente idóneo. Pero muchas veces sucede casi por casualidad, o ‘destino’, depende que opinión tengas al respecto. Mi hermano es un perfecto ejemplo de ello – rió.

Hikaru se tensó por un segundo al escuchar esto y, tratando con mucho esfuerzo de no sonar tan interesada como lo estaba, preguntó.

-Lo es? Como sucedió?

Inui volteó a tiempo para ver a Kamui ocultar una sonrisa detrás de su mano, y él mismo casi necesitó realizar lo mismo. Así que ya eran dos los que notaban lo interesada que estaba realmente Hikaru con el Rey. Solo faltaba que ella misma lo admitiera.

-Pues, Snake era poco más que una cría cuando irrumpió en los jardines del castillo, y por algún extraño motivo había comenzado a atacar a cuanta persona se acercaba a él. Recuerdo que esa zona quedó absolutamente quemada luego de eso, ya que no paraba de lanzar llamaradas de fuego a su alrededor. Los guardias llegaron inmediatamente, pero verdaderamente era un caso extraño. Los dragones rara vez suelen acercarse a los humanos por su cuenta, y mucho menos atacarlos. Creyendo, y con motivos, que se había vuelto loco, estaban a punto de matarlo. Kaoru salió del castillo corriendo, y casi mata de un infarto a nuestros padres al acercarse al animal, pasando por entre los guardias. Snake se alzó y miró a mi hermano desde la altura, pero solo se quedó ahí, mirándolo por un buen tiempo. En ese momento todos nos preocupamos por él, pero verdaderamente era una imagen magnifica. Kaoru no tenía más de 6 años, y Snake, aunque apenas había dejado de ser cría, ya superaba los 10 metros de largo. Realmente no recuerdo cuanto tiempo pasó, pero en un momento Kaoru simplemente se acercó al dragón, a una de sus enormes alas, casi metiéndose debajo de ella. El dragón se quedó quieto, pero se podía ver que estaba nervioso y todos casi esperábamos que en cualquier momento golpeara a Kaoru, pero nadie se atrevía a acercarse por miedo de asustar a la criatura y empeorar la situación. Finalmente Kaoru volvió a salir, y traía en sus manos un pedazo ensangrentado de madera, que se había clavado en la base del ala de Snake. No sé cómo fue que se dio cuenta, y si le preguntas, solo te dirá que simplemente lo supo. La criatura probablemente hubiese estado volando demasiado cerca de los arboles, y se lastimó. Es posible que haya terminado en los jardines del castillo en su intento por volver, y los humanos que se le acercaron solo lo pusieron nervioso en su estado de debilidad, por lo que buscaba alejarlos. Fue una suerte que pudiera encontrar a su par en cuanto a testarudez – Terminó Kamui, con una sonrisa.

Hikaru, al escuchar el relato, no paraba de recordar la actitud de Kaoru cuando ella había ido a curar su brazo. Verdaderamente humano y dragón eran similares.

-Y desde entonces Snake es su dragón?- Preguntó la pelirroja, a lo cual Kamui asintió.

-Y el único Rider al que permite en su espalda. Snake es demasiado temperamental como para verdaderamente ser un dragón de batalla, pero con Kaoru es diferente.

-Debe ser agradable tener ese tipo de vínculo.

-Lo es. Es un lazo más fuerte que el que puedes lograr con cualquier humano. Si no te traicionas a ti mismo, un dragón jamás te traicionará a ti. Puedes confiar a esas criaturas tu propia vida.

-Que hay de ti, Kamui? Como conseguiste a Dylan?- Preguntó Hikaru, ansiosa por saber más.

-Di con él cuando tenía 12, en una… - Rió, un poco avergonzado- de mis tantas escapadas del castillo. Quedé encerrado en el bosque por una tormenta, y se podría decir que Dylan estaba en la misma situación. Se puede decir que soy su Rider, pero solo porque nos llevamos particularmente bien. No tiene problemas con llevar a ningún humano, francamente, pero si pretendes que se quede donde tú quieres, y que acuda cuando tu quieres, tendrás que conseguirte otro dragón.

-Puedes confiar en un dragón así? – Preguntó Inui, y Kamui sonrió crípticamente.

-Eso depende si quieres confiar en un dragón así, Inui-san.

Hikaru pensó, extremadamente entretenida, que eso había sonado más a un desafío que a una aclaración, y que la respuesta del muchacho no hablaba solo de su dragón. Teniendo un pensamiento similar al que Inui había tenido minutos atrás, pensó en que sería hora que su amigo admitiera cuan interesado estaba en el hermano menor de los Kaidoh.

Tal vez la conversación hubiese seguido, pero la atención de Kamui pasó de ellos a algo detrás de ellos, y cuando voltearon para ver, un reducido grupo de dragones, crías, venía volando hacia ellos. Kamui se apresuró a aclararles.

-Las crías dejarán que los monten sin problemas, porque hemos estado aquí el tiempo suficiente para que entiendan que no somos una amenaza. Probablemente quieran jugar con ustedes, así que si van a subir, solo tengan cuidado, porque no están acostumbrados a llevar un ser a sus espaldas. Jugar e interactuar con ellos será ideal para conocerlos y encontrar a alguno con el que se sientan cómodos, y tal vez hasta encontrar el correcto para una conexión de verdad.

De pronto, ante la inminente llegada de las criaturas, Hikaru preguntó, casi nerviosa.

-Kamui, que hacemos si sentimos que es el correcto?!

Los dragones ya estaban sobre ellos, y aterrizaron con gran revuelo. Un dragón color verde empujó levemente con la cabeza a Hikaru, como pidiéndole que se suba, y Hikaru obedeció, un tanto nerviosa pero sin miedo. Con Inui no fueron tan amables, sino que un dragón amarillo pasó sobre él y, firmemente pero con cuidado, lo tomó por los hombros con sus garras y lo dejó sobre la espalda de otro dragón amarillo, posiblemente entendiendo que esa forma sería más rápida que intentar convencer al humano de hacerlo por su cuenta. Así de rápido como habían llegado, comenzaron a despegar nuevamente hacia la cascada, y Hikaru, con una enorme sonrisa en su rostro, volteó para mirar a Kamui y volver a vociferar su pregunta. El príncipe se cruzó de brazos, aún apoyado sobre la roca y viendo el espectáculo sumamente entretenido, contestó con el mismo volumen de voz que Hikaru.

-Lo sabrás cuando lo encuentres!

Por un tiempo solo se escucharon los siseos y chillidos divertidos de las crías revoloteando y paseando a Hikaru e Inui por el lugar, pero no pasó mucho tiempo hasta que la propia risa de Hikaru se uniera a ellos, y era difícil distinguir quien se estaba divirtiendo más. Aunque los movimientos bruscos y un poco torpes de las crías hacían que mantenerse sobre ellas fuera difícil, en poco tiempo ambos se acostumbraron. Los llevaron con gran velocidad al ras del agua, y luego se elevaron unos metros para volar en círculos por el enorme lugar, cerca de las montañas donde podían ver las cuevas de cerca, y ver algunos de los dragones que estaba allí. Incluso podían ver en algunas cuevas, construcciones similares a grandes nidos, con huevos en ellos y uno o más dragones custodiando las preciosas vidas en ellos. Después sobrevolaron los árboles, y finalmente, de vuelta al lago, se encaminaron de regreso a la cascada. Cuando estaban a metros de esta, ambos se dieron cuenta que los dragones pasarían debajo de ella. Hikaru rodeó el cuello del dragón con sus brazos, sosteniéndose a este firmemente. Inui se aferró de las nervaduras que había en la base de las alas, debajo de las cuales tenía las rodillas para mantener el equilibrio. Todo fue absolutamente inútil. Al pasar debajo de la cascada, los dragones se lanzaron en picada por esta, y se sumergieron en el agua. Hikaru e Inui quedaron absolutamente empapados, manteniéndose a flote en la superficie, mientras los dragones volvían de su nado submarino al darse cuenta que habían perdido a sus jinetes, y entablaron con Hikaru una pelea de agua. Inui, por su parte, no solo había perdido su montura, sino sus lentes. Uno de los dragones azules que descansaban en la orilla se zambulló con mucha más delicadeza que las crías, y al poco tiempo su enorme rostro apareció frente a Inui, lo cual casi lo mata de un infarto. A penas podía distinguir los rasgos, pero pudo distinguir lo suficiente para ver como la enorme mandíbula se abría justo frente a él. Consideró por unos segundos si era sabio quedarse frente a un dragón cuya boca abierta podía guardar su cuerpo completo, pero no tardó en distinguir la silueta conocida de sus lentes sobre la lengua bífida del animal. Sin dudar si quiera por un momento de lo que estaba haciendo, introdujo su mano lentamente y retiró sus gafas, volviendo a ponerlas en su rostro. Finalmente pudo distinguir la astuta mirada del dragón, cuyos ojos, tan azules como sus escamas, brillaban con cierta travesura.

-Gracias- comentó casi casualmente, como si estuviese hablando con un humano. El dragón siseo su respuesta y volvió a sumergirse, volviendo a la orilla, donde se volvió a recostar sobre el sol, mirando con disimulado interés a Hikaru jugar con las crías. Inui, sin saber exactamente qué y porque lo hacía, lo siguió y se sentó a su lado en silencio, observando de la misma forma.

Hikaru, por su parte, pensaba que si existía un paraíso, definitivamente era ese lugar. El agua era sorprendentemente tibia para el frío que estaba haciendo afuera de ella, y las crías de dragones eran absolutamente magníficas. Observó el intercambio entre su amigo y el dragón azul y sonrió, pensando que era irónico que el que más dudaba de ese viaje hubiese conseguido un dragón tan rápidamente. Sin embargo, a pesar de que jugar con las crías era extremadamente divertido, comenzó a preocuparla el hecho de no sentir ningún lazo especial con alguno en puntual. Era como si todos fueran especiales, lo cual no tenía sentido. Cada vez que miraba a un dragón, sentía que podía vincularse con él, pero a penas observaba a otro y volvía a sentir lo mismo, casi como si todas las criaturas fueran sus pares, sus amigos. Al poco tiempo, sin embargo, subida al lomo de una de las crías que nadaba por el lago de forma tranquila, comenzó a observar alrededor. No sabía con seguridad si estaba siendo paranoica, pero sentía que la mirada de todos los dragones estaba en ella, aunque fuese de forma disimulada. Tan concentrada estaba en ello, que no notó la figura enorme y veloz de un dragón amarillo acercarse a ella por detrás. Cuando observó sobre ella y el lago la sombra, ya era tarde. El dragón la había aferrado de los hombros y la llevaba hacia un terraplén. La dejó sobre la piedra con cuidado, y dio una vuelta alrededor de ella antes de aterrizar. Hikaru observó a la criatura pasearse de un lado al otro del borde, observándola con atención. Más allá de eso, notó como varios dragones ahora miraban hacia ellos sin buscar siquiera disimularlo, y algunos volaban hacia donde estaban. El dragón amarillo que la había llevado hacia allí volteó para lanzar un aturdidor rugido de advertencia, y los dragones que planeaban acercarse se desviaron a terraplenes cercanos. El dragón volteó nuevamente hacia ella, acercando su enorme rostro al de Hikaru. Los ojos amarillos de pupila gatuna, con motas de verdes y marrones, la observaban atentamente. Hikaru, recordando el método que habían utilizado con Snake, inclinó su cabeza ante la criatura. Se sobresaltó al escuchar la voz en su cabeza.

-Acaso has venido a buscar una montura? –
Preguntó la voz seseante y grave del dragón. Hikaru, sin elevar la vista, contestó sinceramente.

-Esperaba poder hacerlo, pero… - el dragón aguardó pacientemente a que Hikaru continuara su explicación- pero no puedo encontrar un vínculo especial…

-No será, en todo caso, que todos ellos son especiales?

Hikaru elevó la vista sorprendida, y pudo ver en los ojos del dragón que había diversión en ellos.

-Como lo supiste?!

-Tú… no sabes quién eres… - Comentó divertido, repitiendo lo mismo que le había mencionado Snake.

-Pensaba que si pero… Parece que hay cosas que aun desconozco.

El dragón quitó la vista para mirar hacia el costado de forma repentina y lanzar otro rugido. Dos dragones rojos se habían acercado, parándose en el borde del terraplén, pero inmediatamente tomaron vuelo.

-Porque los alejas? – Preguntó la pelirroja, honestamente interesada. El dragón volvió a mirarla y lanzó por su enorme nariz una ráfaga de aire caliente que agradó a la muchacha, debido a que aun estaba empapada y afuera el frío era agudo.

-Porque yo te vi primero. –
Ante la expresión perpleja de Hikaru, el dragón agregó- seré tu montura, si me dejas.

-Pero se supone que haya una diferencia, un vínculo, lo que me explicaron… - El dragón la interrumpió, impaciente.

-Lo que te explicaron se aplica solo a ellos. Tú, Hishkahruz –
Dijo, pronunciando su nombre con dificultad debido al origen humano del nombre- no eres como ellos.

El dragón se alejó unos pasos, y en un gesto que jamás había visto a un dragón hacer, la criatura se inclinó, como si le ofreciera una reverencia a la pelirroja. Las palabras volvieron a sonar en su cabeza.

-Tú eres Rider de todos los dragones, Hija del dios sol.

Hikaru miró sorprendida al dragón. Cada encuentro con dragones la había dejado con más y más preguntas y ninguna respuesta.

-Hija del dios sol?

-Es lo que eres… Será un honor ser tu montura, si así lo quisieses.


Hikaru sentía que en cualquier momento su cabeza iba a colapsar. Un honor? Que un dragón, una de las criaturas más orgullosas de toda la tierra, se inclinara ante ella diciéndole que era un honor poder ser su montura? Llamándola Hija del sol? Qué rayos estaba pasando?

Y más importante aún, quien rayos era ella realmente?

El momento se alargó por unos segundos, pero Hikaru comprendió que con pensar en ello ahora no lograría nada. Asintió, lentamente al principio, y luego con más confianza, ofreciéndole una sonrisa al dragón.

-El honor será mío.- Comentó Hikaru, y esa vez pudo escucharse a sí misma sisear las palabras. Verdaderamente estaba hablando con el dragón con palabras y no en su mente.

La criatura se incorporó, ubicándose de costado y Hikaru lo interpretó correctamente como una invitación a subirse a él. Con gran facilidad, se aferró de la base del ala para crear impulso y subió de un salto al animal, afirmando sus rodillas bajo la articulación central del ala.

-Volemos juntos, Hishkahruz.

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